“Al otro lado del mar” vibra el buen teatro

La dupla que conforman los reconocidos actores Karina Noble y Víctor Pinales destila teatro por los poros.

La dupla que conforman los reconocidos actores Karina Noble y Víctor Pinales destila teatro por los poros. Su sola presencia en escena nos advierte que estamos ante la representación de un montaje que prescinde de las escenografías grandilocuentes, los diseños apabullantes y de aditamentos que minimicen sus actuaciones. Pareja en la vida real y compañeros profesionales en Al otro lado del mar, Noble y Pinales manejan con buen tacto este texto formidable que nos presenta a dos personajes opuestos, pero dispuestos a cerrar la brecha para alcanzar la felicidad que se manifesta de una manera tan sencilla para uno y tan compleja e inalcanzable para la otra.

La dramaturga salvadoreña Jorgelina Cerritos, que ganó el premio Casa de las Américas con esta obra, aborda el problema de la identidad de las personas, esa identidad oficial que asignan los estamentos del sistema, y la identidad que define la personalidad de alguien: carácter, temperamento, quizás. Por eso tenemos a la mujer, que no es lo mismo a decir de Dorotea; tenemos al hombre, que también marca distancia de quien es el Pescador. Primero, Víctor y luego, Karina. Y aquí sí cuenta el orden de los factores. Pinales literalmente se comió y regurgitó lo que le tocaba, diálogos que sacuden la ignorancia, parlamentos subliminales y frases que podemos celebrar.

Noble y menos penetrante estuvo Karina, no por eso menos disfrutable. Porque esta pareja (teatralmente) dispareja, tiene el millaje que ya no aguanta más aceleración para ganar experiencia. Lo suyo ha sido el teatro, puro y simple, y con su puesta en escena de Al otro lado del mar, asistimos a un festín dramatúrgico/interpretativo que muy pocas veces se puede conseguir en nuestra galopante agenda teatral contemporánea. Por un lado, un texto exquisito de la dramaturga salvadoreña, psicóloga por demás, que aporta una visión interesante de la madurez de la mujer, y el desplazamiento natural que imponen las sociedades del tercer mundo. En el otro extremo, dos actores pesos pesados: Karina y Víctor y, para completar lo que necesita una obra para manifestarse a la altura del teatro de calidad, al cubano Raúl Martín Ríos, director que antes había trabajado con Pinales en el monólogo Casio.

En Al otro lado del mar puede que encontremos más que la tierra prometida cuando se zarpa con la esperanza de poder vivir mejor. A los que nos quedamos, nos dejan este teatro relampagueante que enriquece el espíritu y alimenta la paciencia para poder seguir esperando montajes que, como este, purifican los fundamentos del oficio que con el tiempo se hace arte.

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