“Cada bocanada de humo, la siento como un abrazo de mi abuelo”

Amar a Dios, principios, tradición, sentido de ser, respetar a los demás, preocuparse por lo más necesitados, fueron los valores que le inculcaron sus padres a Carlo Fuente López. Hoy, esa misma humildad, unión, amor y r

Amar a Dios, principios, tradición, sentido de ser, respetar a los demás, preocuparse por lo más necesitados, fueron los valores que le inculcaron sus padres a Carlo Fuente López. Hoy, esa misma humildad, unión, amor y respeto a los demás, es lo que quiere Fuente mantener en su empresa como si fueran una gran familia.  El empresario tabacalero asegura que la decisión de su familia de establecerse en territorio dominicano se debe a que se dieron muchos acontecimientos para que se establecieran en el tranquilo valle del Cibao, en Santiago de los Caballeros. “Esto ha sido lo mejor que nos ha pasado. Jamás pensé que viviría fuera de Tampa; ese es mi pueblo querido. Es mi Tampa, pero aquí en República Dominicana hemos encontrado una mano amiga y eso se valora y se agradece”.

Al referirse a los orígenes del puro, Fuente asegura que Tampa, Florida, fue la gran capital de puros. “La gente piensa que fue La Habana, pero si se busca la historia de esa época, esta ciudad tenía 200 fábricas de tabaco y producía más de 500 millones de tabacos al año”, explica.

Con relación a los productos que fabrica, Fuente agrega:“El tabaco es mi vida, cada bocanada de humo que disfruto, lo veo como un abrazo de mi abuelo y mis antepasados. En verdad el tabaco es todo para mí”.

1. Mi niñez

Nací y me crié en una fábrica de tabaco en Tampa, Florida. Recuerdo perfectamente aquella casita de madera y zinc de mis abuelos, que detrás tenía una inmensa plantación de tabaco. Algo que nunca olvido es el sonido cuando caminaba sobre las hojas secas, el sonido de la madera, los abanicos, la lluvia cuando caía encima del zinc, el aroma del café cubano por las mañanas, las chavetas, las cuchillas de los tabaqueros y el olor del tabaco. Luego que crecí me sentaba encima de los tabaqueros, de los hombres y mujeres que trabajaban en la fábrica de mi abuelo y nunca distinguía quién era mi padrino, mis tíos o tías, el abuelo o la abuela, esa distinción no existía porque éramos una sola familia. Eran unos tiempos muy humildes y los más felices de mi vida porque estábamos unidos. Esa misma humildad, unión, amor y respeto a los demás es la que quiero mantener en mi empresa como si fuéramos una familia.

2. Mis padres

Mis padres se casaron cuando ambos tenían 18 años, un año después vine al mundo. Mi mamá, Ana López, yo digo que es la Blancanieves, es un amor, un ser de gran sensibilidad, es una mujer de un gran corazón, siempre dispuesta a servirle a los demás, en esa parte me parezco mucho a ella.  Mi papá, Carlo Arturo Fuente, siempre ha sido mi sueño poder seguir sus pasos porque humanamente estoy convencido de que es imposible llenar sus zapatos. Es un señor sumamente humilde y la persona más trabajadora que he conocido y la menos egoísta. Es el mejor padre, el mejor esposo, es un hombre que cuando te da la mano es su palabra y un compromiso de por vida. Los valores que tiene son la perfección y no reconoce que la palabra imposible existe. A la edad de 13 años le dio polio y estuvo hospitalizado por mucho tiempo, no podía caminar y tuvo que salir de la escuela y graduarse de octavo grado. Hoy en día es contador, electricista, ha fabricado casas a tal punto de que los contadores más reconocidos de la Florida, médicos y abogados admiran la inteligencia de mi papá. En verdad es una persona única.

3. Mi hermana Cynthia

Es mi hermana menor y la representante de la familia, se la pasa viajando, haciendo obras de caridad. A mi hermana la adoro. Papá Dios la hizo tan bella y dulce, la quiero muchísimo. Soy mayor que ella y recuerdo que cuando éramos pequeños yo era muy celoso con ella y cuando miraba los muñequitos en pijama siempre le decía: vístete que te están viendo en el televisor, ella se asustaba, se ponía roja y corría. Siempre la celé.

4. Mis hijos

Son cuatro bendiciones que Dios me ha dado. No se puede pedir más, todos distintos, pero todos tan bellos, de buen corazón, tan humanos…ellos son el tesoro más grande que tengo.

5. Mi gran amor

Dios nos habla de muchas maneras distintas, lo único es que hay que aprender a escucharlo, hay que entender sus manifestaciones. Él se nos presenta de mil maneras, puede ser a través de una mariposa que nos pasa por el rostro, o un  perrito que vemos con tres patitas por la calle, que te llama la atención y hay un mensaje y entiendes el porqué de las cosas. Por eso es que siempre digo que Dios lo es todo; poco soy yo, y creo firmemente en Él.

6. Experiencias amargas

En nuestra empresa hemos pasado por muchas vicisitudes, desde embargos en Cuba, la recesión económica en los Estados Unidos, las protestas en Nicaragua, donde quemaron nuestros negocios. A seis meses de estar en Honduras ocurre un cortocircuito y se quema la fábrica y perdimos todo nuevamente y aquí en la República Dominicana perdimos una cosecha centenaria a causa de un incendio. Hemos vivido muchas experiencias amargas, pero las hemos superado, gracias a Dios y a la unión que siempre se ha mantenido en mi familia.

7. Mi primer trabajo

Yo limpiaba zapatos en la fábrica. Cuando tenía seis años mi abuelo me regaló una caja de limpiabotas con mis iniciales, les dijo a todos sus amigos, la mayoría cubanos, que tenían que limpiar sus zapatos conmigo. Recuerdo que cuando comencé ese oficio todos llamaban a mi abuelo y le decían: “Arturo, tu nieto me manchó las medias”. En ese entonces me pagaban 25 centavos de dólar, los fui guardando hasta que me compré unos patines. Ya a la edad de siete años trabajaba como repartidor de periódicos, en el “Tampa Times”, aquí tenía una bicicleta y por las tardes, después que salía de la escuela, hacía una ruta para repartirlos. El trabajo fue aumentado a tal punto que mi mamá me ayudaba a enrollar los periódicos y a ponerles una gomita para que no se soltaran, y me llevaba en su carro. Yo abría la ventana de la parte trasera del vehículo y lanzaba los periódicos. Toda mi vida he trabajado y lo hacía con gusto, porque mi papá hacía lo mismo desde pequeño y quería que se sintiera orgulloso de mí.

8. Tengo muy buenos amigos

Después de mis hijos, que son la bendición más grande que tengo, tengo muchos amigos, son los hermanos de sangre que Papá Dios no me dio. Son amigos fieles que sufren cuando yo sufro, que tienen el valor de corregirme cuando hago algo incorrecto y decirme las verdades aunque me duelan, son amigos leales y estoy seguro que son para toda la vida. Puedo llenarme la boca y decir que tengo amigos de verdad y, como tal, los considero parte de mi familia.

9. Mis viajes

Yo viajo semanalmente, los viajes son parte de mi vida. Es difícil viajar, pero uno se acostumbra, todos mis viajes son por compromisos, no por hobbie. No recuerdo la última vez que tomé unas vacaciones o me fui de compras. Viajo para recoger fondos para las diversas fundaciones a las que le brindo apoyo, para una premiación o algún evento ligado a esta índole, pero irme de playa o de compras eso no existe en mi vida. No recuerdo la última vez que lo hice.

10. Ayudar a los demás

Siempre digo que el mejor obsequio que uno puede hacer es aprender a reglar.

Por eso, cuando se me acerca un niño a pedirme trabajo con la barriga llena de parásitos, descalzo, pasando mil vicisitudes, y después uno ve aquel pequeño convertido en un jovencito, graduarse de bachiller y hablar en tres idiomas, es la mayor satisfacción que uno puede tener como ser humano y el deleite más grande que uno puede recibir como persona. Cuando hago esto, me siento que estoy sirviendo a Dios.

Me siento sumamente agradecido de este país

Llegué a la República Dominicana siendo un muchacho jovencito, y tan pronto pisé suelo dominicano me enamoré de la sonrisa de su gente, de las montañas, de las palmeras y de la música.

Algo muy especial me sucedió al llegar aquí, esta tierra me recordó mucho a mi abuelo. A través de los años hemos pasado muchas situaciones, este es un país en desarrollo pero cuando uno ve los logros digo que vale la pena el sacrificio.

Tanto así, que cuando veo el Monumento de Santiago lo veo como parte de mi, vivo enamorado y agradecido de este país, aquí me dieron la oportunidad de tener mis hijos.  

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