“Oración para políticos, curas y periodistas…”

Hace algún tiempo asistí a un acto de inauguración y el sacerdote que hizo la bendición utilizó una oración que me causó una gran impresión.

Hace algún tiempo asistí a un acto de inauguración y el sacerdote que hizo la bendición utilizó una oración que me causó una gran impresión. Me acerqué y le pregunté por el origen de la plegaria. Entonces tomó el papel que había leído y me lo regaló. Doble la media cuartilla en papel blanco y la guardé en la carpeta. La olvidé.

Recordé la oración en estos días en los que abunda la soberbia, la intolerancia y la descalificación para aquellos que piensan diferente, incluso en sacerdotes. No sabía dónde buscarla. Tampoco recordaba el nombre del sacerdote. ¡Qué pena!
Después, eliminando papeles viejos, la encontré. Lo celebré como niño a su juguete nuevo. La he recitado como queriendo aprenderla de memoria. Decidí compartirla con mis lectores, convencido de que es una rogativa muy adecuada en estos días, y buena para iniciar el año. Es esta:

Señor, ayúdame a que siempre diga la verdad, frente a los que se creen fuertes; ayúdame a que nunca mienta, para ganar el aplauso de los débiles. Si me das poder, que no pierda la sensibilidad.

Si me das conocimiento, que no pierda el sentido común. Si me das éxito, que no pierda la humildad, y si me das humildad, que no pierda la dignidad.

Dios mío, ayúdame a ver siempre las dos caras de los problemas y nunca permitas que acuse a nadie de traicionero, porque no piensa como yo.

Señor, ayúdame a querer a todos, como yo mismo me quiero, y no me dejes criticar a nadie, antes de que me critique yo primero. No permitas que me vanaglorie, si logro superarme, y no permitas que me desespere, si llego a fracasar, porque los fracasos nunca impiden el verdadero triunfo.

Dios mío, permite que yo siempre sea cariñoso con todos; también recuérdame que el perdón es el estandarte de la fortaleza y que la venganza es señal de debilidad.

Si me quitas la salud, por favor no me quites la esperanza. Si me quitas la serenidad, déjame la paz. Si llegas a quitármelo todo, déjame tu amor.

Oh Señor, si he ofendido a otros, dame la voluntad de pedir perdón, y si otros me han ofendido, entonces dame la capacidad de yo mismo perdonarlos.

Señor mío y Dios mío, yo sé que tú nunca te olvidas de mí, pues ayúdame a que nunca me olvide de ti. Amén. (Si conoce su autor, escríbanme).

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