Los humos en la cabeza

Ese muchacho no llegará lejos, tiene humos en la cabeza”, me dijo el siempre recordado padre Dubert, luego de reunirse con un joven diputado. Desde entonces me pregunto: ¿Qué es tener humos en la cabeza? Trataré de defini

Ese muchacho no llegará lejos, tiene humos en la cabeza”, me dijo el siempre recordado padre Dubert, luego de reunirse con un joven diputado. Desde entonces me pregunto: ¿Qué es tener humos en la cabeza? Trataré de definirlo, con la anuencia de aquél gran sacerdote.Los humos en la cabeza activan a su máxima potencia las células de la vanidad. Surgen cuando el poder, supuesto o no, atrofia el sentido común y uno se cree el centro del universo o el más grande de los mortales. Es un fenómeno que no es exclusivo de los políticos, por si acaso.

Los humos en la cabeza provocan que el afectado se haga rodear de adulones, sin comprender, como escribió el estoico Epicteto, que los cuervos arrancan los ojos a los muertos cuando ya no les hacen falta; pero los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos.

Así, el de los humos en la cabeza, ignora la realidad, se cree invencible, omnipotente y omnipresente; habla con una  seudoautoridad que nace de su debilidad espiritual y de sus pigmeos conocimientos; saluda con el brazo apenas levantado; camina rápido, aparentando que lo esperan; se aprende superficialmente un hecho histórico y una frase de la revista Selecciones y los repite en todos sus discursos o reuniones de trabajo; evita rodearse de alguien que le haga sombra; teme escribir para que no noten sus faltas ortográficas; y cambia el tono de voz frente al micrófono, y entona como argentino.

Y cuando nuestro personaje llega a un lugar, quiere hacerse más popular de la cuenta, mirando como loco buscando conocer a alguien, tratando de saludar a todo el mundo, para demostrar un liderazgo tan efímero como la vida de los mosquitos.

Y habla de que se reunirá con don Sutano para negociar coconetes en la Bolsa de Valores de Cabo Haitiano; que el cónsul de Libia, en una recepción en la embajada de Israel, lo invitó a degustar caviar madrileño y vino de las pampas tamborileñas. Pero ese teatro la gente lo percibe en el acto y se ríe de tal modo que enseña las muelas de atrás.

¡Ay, qué pena! ¡Cuántos desconocen que los cargos públicos o privados no hacen a las personas, sino que son las personas las que hacen los cargos! ¡Ay, qué lástima!

El de los humos en la cabeza no sabe que el humo es una mezcla de gases, que desaparece en poco tiempo, dejando apenas como rastro un olor desagradable, y que, en el peor de los casos, intoxica de por vida a quien, extasiado, se lo inyectó en el cerebro al compás de los aplausos de los aduladores.

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