Mal por bien y bien por mal

Trato de llevar a la práctica los refranes populares. Son un canto a la sabiduría, al sentido común. Lo complicado es cuando dos se contradicen, como los siguientes: “el que no se arriesga no sale a la mar” y “no dejes camino real por vereda”.&

Trato de llevar a la práctica los refranes populares. Son un canto a la sabiduría, al sentido común. Lo complicado es cuando dos se contradicen, como los siguientes: “el que no se arriesga no sale a la mar” y “no dejes camino real por vereda”. Ser osado o prudente, ¡qué dilema!

En ocasiones expresan algo y de inmediato se complementan, como si quisieran abarcar todas las posibilidades para no quedar mal. Uno de mis preferidos es “no hay mal que por bien no venga”, que a la vez tiene su segunda parte, “ni bien que su mal no tenga”.

Muchos de los grandes innovadores, políticos y empresarios de la historia han triunfado luego de sufrir serios contratiempos. Los ejemplos abundan: Steve Jobs, Abraham Lincoln, Amancio Ortega… En otras esferas de la vida ocurre igual: escritores, guerreros, deportistas, científicos…

El mundo no es color de rosas. Los caminos tienen obstáculos, trampas, fieras que nos acechan. Y no siempre salimos airosos en el recorrido. Y cuando nos caemos o nos atrapan tenemos la posibilidad de levantarnos y arrancar de nuevo con más entusiasmo, de luchar para zafarnos de las garras y seguir la marcha con más fe, o dejarnos morir. La decisión es nuestra.

De las adversidades debemos siempre buscar el lado positivo, y luego asumirlo con ganas y desarrollarlo con amor. Si lo hacemos, el fracaso quedará lejos, y será como una gota de agua en el mar. Y lo más importante: cuando lo recordemos estaremos felices de que haya ocurrido.

Ahora veamos la otra cara de moneda: “No hay bien que su mal no tenga”. Es indudable que es así. En toda claridad habitan puntos oscuros. La mejor orquesta del mundo en algún momento desafinará. Nada es perfecto si proviene de la mano del hombre.

Así las cosas, la victoria no debe ser celebrada con ruidos y humillaciones al vencido, sino con humildad y prudencia, porque se corre el riesgo de que sea efímera, pues sus debilidades, otrora pequeñas, tarde o temprano se pueden engrandecer y marchitar al laurel.

Tampoco debemos concentrarnos en el pequeño punto donde no nos fue como esperábamos. Si lo hacemos, si nos lamentamos y solo resaltamos esa leve derrota, ese espacio se agigantará tan rápido que en poco tiempo se engullirá la corona lograda. El pesimismo es contagioso, se expande con furia insospechada, arrasa con todo lo bueno.

Los refranes encierran enseñanzas que nos permiten actuar de forma adecuada en determinadas circunstancias. Estudiémoslos, que nos facilitará el vivir. Recordemos de nuevo, pero en el sentido correcto: “No hay mal que por bien no venga, ni bien que su mal no tenga”.

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