Mil y una noches

El libro comienza con la “Historia del rey Scha hriar y de su hermano el rey Schahzaman”, precedida por una piadosa invocación:

El libro comienza con la “Historia del rey Scha hriar y de su hermano el rey Schahzaman”, precedida por una piadosa invocación:
“¡Aquello que quiera Alah! ¡En el nombre de Alah el Clemente, el Misericordioso! Que las leyendas de los antiguos sean una lección para los modernos, a fin de que el hombre aprenda en los sucesos que ocurren a otros que no son él.
Entonces respetará y comparará con atención las palabras de los pueblos pasados y lo que a él le ocurra, y se reprimirá. Por esto ¡gloria a quien guarda los relatos de los primeros como lección dedicada a los últimos!”
La historia se cuenta sola, casi sola. Schahriar y Schahzaman gobernaban felizmente en sus dominios de Oriente hasta la noche fatídica en que Schahzaman, el menor de los hermanos, estaba a punto de salir de viaje para visitar a Schahriar y “recordó una cosa que había olvidado”:

“…volvió a su palacio secretamente y se encaminó a los aposentos de su esposa a quien pensaba encontrar triste y llorando por su ausencia. Grande fue, pues, su sorpresa al hallarla departiendo con gran familiaridad con un negro, esclavo entre los esclavos. Al ver tal desacato, el mundo se obscureció ante sus ojos.
Schahzaman lava la afrenta con sangre y cae en una terrible depresión de la que se recobra al enterarse de que la mujer de su prestigioso hermano se comporta de igual o peor manera:

“Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose asomado a una de ellas el rey Schahzaman, vio como se abría una puerta secreta para dar salida a veinte esclavas y veinte esclavos, entre los cuales, avanzaba la mujer del rey Schahriar en todo el esplendor de su belleza, y ocultándose para observar lo que hacían, pudo convencerse de que la misma desgracia de que él había sido víctima, la misma o mayor, cabía a su hermano el sultán”.

Schahzaman cuenta a Schahriar lo que había visto y cuando éste comprueba la veracidad de la información “la razón se ausentó, de su cabeza, y dijo a su hermano:

“Marchemos para saber cuál es nuestro destino en el camino de Alah, porque nada de común debemos tener con la realeza hasta encontrar a alguien que haya sufrido una aventura semejante a la nuestra. Si no, la muerte sería preferible a nuestra vida.”

En el trayecto encuentran a un efrit, un poderoso genio “dotado de poderes para el bien y para el mal”, un ser que infunde miedo y respeto a todos, menos a una dulce y bella doncella a la que había raptado y de la cual está genialmente enamorado. Pero la doncella se las arregla para vengarse, seduciendo a todos los hombres que conoce y despojándolos de sus anillos para fines de contabilidad. Los hermanos, que había trepado a un árbol para esconderse del efrit, no resisten el llamado de la encantadora muchacha:

“Entonces, asustados, bajaron hasta donde estaba ella, la joven los tomó de las manos, se internó con ellos en el bosque y les exigió algo que no pudieron negarle. Una vez estuvieron cumplidos sus deseos sacó del bolsillo un saquito y del saquito un collar compuesto de quinientas setenta sortijas con sellos, y les pregunto ‘¿Sabéis lo que es esto?’ Ellos contestaron: ‘No lo sabemos.’ Entonces les explicó la joven: ‘Los dueños de estos anillos hicieron lo mismo que vosotros junto a los cuernos insensibles de este efrit. De suerte que me vais a dar vuestros anillos.’ Lo hicieron así, sacándoselos de los dedos, y ella entonces les dijo: ‘Sabed que este efrit me robó la noche de mi boda; me encerró en esa caja, metió la caja en el arca, le echó siete candados y la arrastró al fondo del mar, allí donde se combaten las olas. Pero no sabía que cuando desea alguna cosa una mujer no hay quien la venza.”

En conclusión, ni siquiera un ser sobrenatural puede salir “sano y salvo de la seducción de las mujeres”. Todas las mujeres son iguales, la donna è mobile, tutte sono puttane, y de ninguna manera se les puede permitir lo que se les permite a los hombres.

“En cuanto el rey Schahriar entró en su palacio, mandó degollar a su esposa, así como a los esclavos y esclavas. Después persuadido de que no existía mujer alguna de cuya fidelidad pudiese estar seguro, resolvió desposarse cada noche con una y hacerla degollar apenas alborease el día, siguiente. Así estuvo haciendo durante tres años, y todo eran lamentos y voces de horror. Los hombres huían con las hijas que les quedaban.

“En esta situación, el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar ninguna, y regresó muy triste a su casa, con el alma transida de miedo ante el furor del rey. Pero este visir tenía dos hijas de gran hermosura, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran de una delicadeza exquisita. La mayor se llamaba Schathrazada, y el nombre de la menor era Doniazada.

“La mayor; Schathrazada, había leído los libros, los anales, las leyendas de los reyes antiguos y las historias de los pueblos pasados. Dicen que poseía también mil libros de crónicas referentes a los pueblos de las edades remotas, a los reyes de la antigüedad y sus poetas. Y era muy elocuente y daba gusto oírla.
“Al ver a su padre, le habló así: ‘Por qué te veo tan cambiado, soportando un peso abrumador de pesadumbres y aflicciones?”

“Cuando oyó estas palabras el visir contó a su hija cuanto había ocurrido desde el principio al fin, concerniente al rey. Entonces le dijo Schahrazada: ‘Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvarlas de entre las manos del rey.’ Entonces el visir contestó: ‘¡Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro.’ Pero Scha- hrazada repuso: ‘Es imprescindible que así lo haga.”

El padre trata de hacerla recapacitar contándole “lo que les ocurrió al asno y al buey con el labrador”, un relato misógino como la mayoría, desbordante de humor.

Sin embargo, la tozuda Schahrazada no cede, insiste por el contrario “nuevamente en su ruego:

“Padre, de todos modos quiero que hagas lo que te he pedido.” Entonces el visir, sin replicar nada, mandó que preparasen el ajuar de su hija, y marchó a comunicar la nueva al rey Schahrían.

“Mientras tanto, Schahrazada decía a su hermana Doniazada: ‘Te mandaré llamar cuando esté en el palacio, y así que llegues y veas que el rey ha terminado de hablar conmigo, me dirás: Hermana, cuenta alguna historia maravillosa que nos haga pasar la noche.’ Entonces yo narraré cuentos que, si quiere Alah, serán la causa de la emancipación de las hijas de los musulmanes.”
“Fue a buscarla después el visir, y se dirigió con ella hacia la morada del rey. El rey se alegró muchísimo al ver a Schahrazada, y preguntó a su padre: ‘¿Es ésta lo que yo necesito?’ Y el visir dijo respetuosamente: ‘Sí, lo es?’

“Pero cuando el rey quiso acercarse a la joven, ésta se echó a llorar. Y el rey le dijo: ‘¿Qué te pasa?’ Y ella contestó: ‘¡Oh rey poderoso, tengo una hermanita, de la cual quisiera despedirme!’ El rey mandó buscar a la hermana, y vino Doniazada.

“Después empezaron a conversar Doniazada dijo entonces a Schahrazada: ‘¡Hermana, por Alah sobre ti! cuéntanos una historia que nos haga pasar la noche.’ Y Schahrazada contestó: ‘De buena gana, y como un debido homenaje, si es que me lo permite este rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras.’ El rey, al oír estas palabras, como no tuviese ningún sueño, se prestó de buen grado a escuchar la narración de Schahrazada.”

Entonces Schahrazada, contó una historia apasionante y comenzó a contar otra a la que puso puntos suspensivos:

“En este punto de su narración, vio Schahrazada que iba a amanecer, y se calló discretamente, sin aprovecharse más del permiso. Entonces su hermana Doniazada le dijo: ‘¡Oh hermana mía! ¡Cuán dulces y cuán sabrosas son tus palabras llenas de delicia!’ Schahrazada contestó: ‘Pues nada son comparadas con lo que os podría contar la noche próxima, si vivo todavía y el rey quiere conservarme.’ Y el rey dijo para sí: ‘¡Por Alah! No la mataré hasta que haya oído la continuación de su historia.”

Así comienza la más gloriosa compilación de relatos que conoce la humanidad. Una que me apasiona casi tanto como a Gustavo Olivo Peña (lector de culto), aunque quizás no tanto como apasionó a ese genio de la literatura que llamamos Borges:

“En el siglo quince se recogen en Alejandría, la ciudad de Alejandro Bicorne, una serie de fábulas. Esas fábulas tienen una historia extraña, según se supone. Fueron habladas al principio en la India, luego en Persia, luego en el Asia Menor y, finalmente, ya escritas en árabe, se compilan en El Cairo. Es el ‘Libro de Las mil y una noches’.”

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