Mirar al frente

Hay momentos en la vida de las personas donde nos parece todo tan oscuro que pensamos que nunca volveríamos a ver la luz.

Hay momentos en la vida de las personas donde nos parece todo tan oscuro que pensamos que nunca volveríamos a ver la luz. En ocasiones, todos hemos vivido esta situación. Sin embargo, de una manera u otra, en el momento menos esperado hemos visto iluminar todo nuestro alrededor.

El año que recién finalizó fue de grandes retos y experiencias para todos; no obstante, los pronósticos dados para este 2015 son muy positivos. Existen técnicas psicoterapéuticas que intentan provocar crisis, para que así, a través de ésta, se produzcan cambios positivos y transformaciones en la conducta humana. Todos hemos aprendido, de una forma u otra, a valorar, empezando dentro de nuestros hogares, aquello con lo que ya contamos y desenfocar nuestra mirada, puesta solamente en lo que nos hace falta. ¿Qué sucede con esta nueva actitud, que sé, favorecerá grandemente nuestra sociedad?

Empecemos retomando nuestros valores morales, patrios, espirituales que, por influencia de culturas supuestamente más desarrolladas, habíamos eliminado, considerando que, introduciendo costumbres ajenas, estábamos convirtiéndonos en un país “avanzado”. En todas las reuniones que tuve la oportunidad de asistir en ese período de fin de año, principalmente en las que se encontraban grupos familiares, pude notar que hasta los propios jóvenes tenían como tema de conversación que había que esforzarse para cambiar las cosas que se están dando en nuestra sociedad, las cuales ni ellos, siendo tan jóvenes, imaginaban que se podrían dar.

Es buen momento, ahora que iniciamos un nuevo año, para que, en los 356 días que nos quedan, unamos esfuerzos para que, desde nuestras posiciones, en cada rol que nos toca desempeñar, no perdamos el verdadero enfoque.

Como dice el apóstol Pablo, no pensemos en lo que queda atrás y esforcémonos por alcanzar lo que está delante (Filipenses 3:13); olvidando todo aquello que paraliza, bloquea y nos quita fuerza. Ningún día vuelve a repetirse por mucho que tratemos de hacerlo, es por ello que necesitamos hoy, dar nuestro máximo potencial como si fuera el último, y así también, no permitir que al intentar vivir dos días a la vez (lo cual es imposible) estropeemos o imposibilitemos todo lo que teníamos pautado efectuar el día de hoy.

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