Monseñor Vinicio Disla: 50 años de sacerdocio ejemplar

Este viernes 27 de junio del año en curso, celebró sus bodas de oro sacerdotales nuestro querido y respetado monseñor Vinicio Disla Almánzar, motivo de sentido júbilo para la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros y toda la iglesia dominicana,&

Este viernes 27 de junio del año en curso, celebró sus bodas de oro sacerdotales nuestro querido y respetado monseñor Vinicio Disla Almánzar, motivo de sentido júbilo para la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros y toda la iglesia dominicana, a la cual ha servido con sin par entrega y evangélica fidelidad este gran sacerdote y formador.

Esparcidos cual semilla fecunda por todos los rincones de la patria y allende los mares, se encuentran los frutos de su entrega callada de pastor en el campo de la educación y la formación sacerdotal, en la evangelización a través de los medios de comunicación, en la defensa de la vida y de la dignidad y del hombre y de la mujer, en la promoción del arte y la cultura y de cuantos valores ennoblecen la existencia de todo ser viviente.

Inició su fecundo sacerdocio en 1964. Eran momentos singulares del mundo y de la iglesia, pletóricos de anhelos, preñados de desafíos. Las grandes potencias pugnaban por la hegemonía universal sembrando en toda la faz de la tierra el miedo y la discordia; no menos complejo era nuestro ambiente político y social convulsionado por los remanentes tiránicos del trujillismo y sus fatídicas secuelas, pero en el cual comenzaron a germinar indetenibles impulsos de cambio y de progreso.

En el ámbito eclesial el Papa Juan XXIII, el “Papa bueno”, hoy elevado merecidamente a los altares, había convocado, desafiando tridentinas inercias eclesiales, el Concilio Vaticano II, y con ello se daba apertura al debate, tan necesario como impostergable, para definir un nuevo perfil de iglesia, más cercana a los anhelos y esperanzas de la gente. En tan difíciles circunstancias, entre el miedo al cambio y la imposibilidad de permanecer en el estatus quo, no pocos sacerdotes y laicos erraron el camino o claudicaron bajo el falso espejismo de efímeras utopías.

Y ahí estuvo nuestro apreciado monseñor Disla, en el Santiago pujante que despertaba, como la patria toda, del letárgico sueno de 31 años de opresión, para acompañar como actor y testigo a monseñor Polanco, monseñor Roque Adames, monseñor Moya, monseñor Agripino Núñez Collado y a tantos hombres y mujeres comprometidos de la sociedad santiaguense, en la andadura de la Universidad Católica Madre y Maestra, hoy Pontificia, lo mismo que del Seminario San Pío X, y en cuantas obras de evangelización y promoción humana reclamaron sus pastorales empeños y desvelos, como lo ha hecho después junto a monseñor Flores y monseñor De la Rosa.

Muy especialmente desde el Seminario San Pío X, forja de valores humanos y cristianos, de saber y de humanismo, ha prestado tanto bien a esta sociedad nuestro querido monseñor Disla a través de la formación seminarística, la educación humana y religiosa y el acompañamiento de los sueños y esperanzas del Cibao laborioso y tenaz.

Para cuantos hemos tenido el singular privilegio de ser sus alumnos, su guía y presencia ha dejado en nuestras vidas huellas indelebles; nos transmitió el amor a Dios como “Supremo Bien” en nuestras vidas y en las de los demás, el amor a la oración, al trabajo y a la naturaleza, la disciplina sin agobios, la dedicación al estudio y la sutil delicadeza de apreciar lo bello y lo noble, ya sea en el arte, en el campo o en la flor; a valorar el esfuerzo y el trabajo y a privilegiar en todo tiempo la solidaridad, la familia, la fraternidad y la respetuosa convivencia.

Su voz dulce y firme, educada y melodiosa, ha sido luz y esperanza para toda la feligresía cibaeña, que a través de Radio Amistad, durante décadas, y ahora también a través de las nuevas emisoras católicas dedicadas a la evangelización, ha seguido con fidelidad admirable sus mensajes mañaneros a través del programa “El despertar del cristiano” o en cada acontecimiento importante de la vida eclesial santiaguense acostumbrada a vibrar al calor de su destreza oratoria que enciende el corazón y tonifica el alma.

Han sido, pues, cincuenta años fecundos de un auténtico sacerdote, un valioso regalo de Dios para la iglesia del Cibao y del país; para todos a quienes ha irradiado a plenitud con los frutos de sus dones, repartidos sin mezquindad a tiempo y a destiempo.

¡Damos gracias a Dios por la dedicación tesonera y edificante testimonio de este apóstol discreto dado a hacer el bien sin estridencias ni procura de falsas nombradías!

¡Felicidades monseñor Disla, paradigma sacerdotal de hoy y de siempre! l

El autor, exseminarista, es Embajador, Rector del Instituto de Educación Superior en Formación Diplomática y Consular “Dr. Eduardo Latorre Rodríguez”, del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Han sido, pues, cincuenta años fecundos de un auténtico sacerdote, un valioso regalo de Dios para la iglesia del Cibao y del país; para todos a quienes ha irradiado a plenitud con los frutos de sus dones”. 

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