Todo el foco de atención de la opinión pública ha estado centrado en las víctimas más conocidas de la violencia intrafamiliar, las mujeres, pero poco se habla de las otras, los niños, niñas y adolescentes.Y cuando se obra de esa manera, se olvida que los victimarios y las víctimas de la violencia en el hogar son los mismos que crecen en ambientes de conflictos e intolerancia; los mismos que las precarias condiciones sociales y ambientales que los rodea los llevan a otros escenarios, igual de violentos: las calles. Y por eso descubrimos cómo crecen las cifras de niños y jóvenes en conflicto con la ley.
Que en el país se celebre un encuentro regional sobre la violencia contra niños, niñas y adolescentes, constituye una oportunidad para buscar remedios a un cuadro tan terrible que taladra a la sociedad dominicana.
Doña Zoraida
Apacible y dedicada, trabajadora incansable, forjadora de generaciones, es como debe ser recordada esa educadora tan querida y admirada en la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), o dondequiera que dejó sus huellas.
Sus alumnos y compañeros de la UASD no olvidan a esa profesora serena, que en los momentos de mayor agitación se mantuvo en las aulas, o en su cotidiano trajinar en el departamento de Pedagogía.
Pero su quehacer no se limitó a las aulas universitarias. Sirvió en otras esferas de la vida dominicana. Ya como vicecanciller de la República o como viceministra de Educación.
Las contribuciones de Doña Zoraida a la República no tienen límites. ¡Cuántos ciudadanos empezaron a educarse con “Tatica y Fellito”! ¡Cómo influyó en diversas generaciones que conocieron sus enseñanzas desde la escuela primaria, para luego encontrarla en la Universidad o en otra dimensión de la vida pública!
A Doña Zoraida hay que recordarla como una gran contribuyente a la formación de tantos dominicanos. Nuestro pésame solidario a la familia de una ciudadana ejemplar.
