Un gran fuego comienza con una minúscula chispa, una misión resuelta con un punto de partida correcto, un gran descubrimiento con una lupa…

La inmensidad se conecta perfectamente con lo minúsculo, quizás invisible, pero perceptible por la fe que late desde su dimensión hasta las ondas infinitas que interceptan la frecuencia celeste. Una gran fe comienza con la medida de un granito de mostaza, este chip conecta en el smartphone de la oración y obtiene respuestas del lugar donde obra lo imposible. Si tienes una certeza viva, por diminuta que sea, tanto como una vez lo fuiste, como la cabeza de un alfiler en el vientre de tu madre, no dudes más, ¡así fluirá concretamente la voluntad divina para darle vida a lo que Jesús ha determinado para ti!

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