Nueva moda: la sencillez

Ha surgido una nueva moda que a pocos incomoda, aunque a muchos no les resulte fácil llevarla en el hombro. No es moderna, pues existe desde la misma aparición del ser humano. Tampoco es desconocida, pues a través de la historia millones de personas&#8

Ha surgido una nueva moda que a pocos incomoda, aunque a muchos no les resulte fácil llevarla en el hombro. No es moderna, pues existe desde la misma aparición del ser humano. Tampoco es desconocida, pues a través de la historia millones de personas la han asumido como forma de vida. Es la sencillez.

Se entiende que la misma es casi incompatible con el poder y la fama, que es aborrecida por quienes tienen el empeño de exhibir riquezas y dirigir individuos. Estos infelices juran que mientras más alejados están de ella, más se diferencian del vulgo, de los que huelen mal, de esa masa que apenas sirve para ser moldeada al antojo del soberano, pisoteada por el patrono, por el que le controla hasta sus latidos. Para estos presumidos, sus verbos de cabecera son ostentar y alardear, los que siempre conjugan en primera persona.

Algunos afirman erróneamente que sólo encaja en los pobres, y por obligación, pues los desamparados no tienen opciones, y para colmo ni conciencia de lo que ese vocablo significa. Pero necesidad y sencillez no es lo mismo ni es igual. La historia nos presenta seres extraordinarios, como si fuesen de mitología, que trascendieron lo mundano, que verdaderamente valoraron y fueron dignos expositores de la sencillez. Y es que la sencillez es la grandeza, nos dice Martí.

La sencillez, para ser real, siempre es espontánea y silenciosa. No se exhibe como un trofeo, ni se anuncia con bombos y platillos, porque eso la convierte en falsa y la gente nota el teatro y huye del actor. La sencillez brota íntegra de las miradas, de las sonrisas, de los apretones de manos, donde cada gesto se expresa con armonía, con una perfecta naturalidad.

La sencillez no se compra, no se estudia, no se alquila, se nace con ella, y/o se adquiere gracias a experiencias que fortalecen nuestra voluntad y buen juicio, y se perfecciona en base a sabiduría, humildad, comprensión y buena fe. La maldad y la sencillez son irreconciliables, como una virtud celestial que se encuentra con un odio infernal.

El papa Francisco, nuestro Danilo, el Pepe Mujica, Dilma, Obama, Evo… todos tienen un elemento común que provoca admiración: la sencillez. Y en ellos la resaltamos como algo grandioso, como un elemento casi inconcebible en los liderazgos. Y esa sencillez es tan intensa, que en ocasiones justifica en ellos posibles desaciertos y criterios no compartidos.

La sencillez hoy representa un valor agregado incalculable. Es un oro inmaterial que tiene brillo infinito. Es un don que se respeta y se aprecia. Tratemos de estar a la moda, siendo sencillos de verdad y de corazón, sencillos de pensamiento, palabra, obra y acción.

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