Nunca, jamás

En la historia, una revolución popular se asume como un movimiento generador de cambios, que conlleven saltos en la marcha de la historia. Pero…

En la historia, una revolución popular se asume como un movimiento generador de cambios, que conlleven saltos en la marcha de la historia. Pero no siempre resulta así. Abril de 1965 fue un grito de redención constitucional que terminó frustrado cuando la principal potencia de la Tierra, Estados Unidos, lo ahogó en sangre. 42 mil marines desembarcaron para impedir que el pueblo dominicano recobrara su senda democrática iniciada por el profesor Juan Bosch y su PRD. La sangre derramada se saldó con un pacto que sólo sirvió para sentar las bases para legitimar al gobierno de Joaquín Balaguer.

Y pensar que el 24 de Abril fue una consecuencia del golpe de Estado contra el gobierno constitucional, que Estados Unidos auspició en connivencia con la oligarquía criolla, militares intolerantes a su servicio, elementos conservadores del clero y sus expresiones mediáticas. Es decir, que el imperio que desestabilizó el gobierno de Bosch ahogó brutalmente con su intervención, el 28 de ese mes, el movimiento popular por el retorno a la constitucionalidad. Un nefasto papel en la vida nacional. Lo mismo que ocurrió desde 1916 a 1924.

Lo que debió ser un proceso de transición de la dictadura a la democracia, terminó trunco hasta convertirse en tortuoso, largo, violento. Eran los tiempos en que las tensiones Este-Oeste predominaban, en que dos modelos de sociedad se enfrentaban en el plano global, Estados Unidos y la Unión Soviética. Después de Cuba, todo movimiento en el continente que no se sometiera a los dictados de Washington, era objeto de sospecha de comunismo. Al ensayo democrático de Bosch lo midieron bajo ese rasero. Preferían gobiernos de fuerza, militaristas violadores de los derechos humanos que ahora dicen defender.

Con Balaguer instalado por Estados Unidos, los dominicanos vivirían tiempos difíciles. Intolerancia política, terror desde el Estado, deportaciones, asesinatos y politización de las Fuerzas Armadas. Gradualmente, hemos ido recuperando la democracia. Las luchas de los dominicanos y cambios en la política internacional, han permitido llegar al punto donde nos encontramos, convencidos de que nunca, jamás, deberíamos permitir un fatídico 28 de abril.

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