El Papa en Cuba

El Papa Francisco dejó alientos a los cubanos. Con sencillez y naturalidad, planteó puntos de vistas acordes con la necesidad de oxigenar una sociedad que sigue siendo gobernada en base a una economía centralizada, bajo la dirección de un partido&#823

El Papa y Cuba

En un mundo donde persisten enconos, divisiones y enfrentamientos, no sólo en lugares apartados del planeta sino en zonas tan cercanas a nosotros como Venezuela y Colombia, la visita del Papa Francisco a Cuba contribuye a fortalecer el proceso de…

El Papa Francisco dejó alientos a los cubanos. Con sencillez y naturalidad, planteó puntos de vistas acordes con la necesidad de oxigenar una sociedad que sigue siendo gobernada en base a una economía centralizada, bajo la dirección de un partido único, y hasta ahora sometida al riguroso sistema de control social de los comités de defensa de la revolución.

Después del establecimiento de relaciones entre La Habana y Washington, proceso en el cual jugó un rol importante, el Papa Francisco tiene la autoridad moral para hablar con franqueza mínima y honestidad.

Imaginamos que las autoridades cubanas se sintieron bien cómodas con él, desde el presidente Raúl Castro hasta su hermano y líder histórico Fidel. Y también el pueblo sencillo, que bajo la iluminación del Pontífice y la sombrilla de la fe pudo oír una voz que sugiere que la sociedad cubana debe avanzar hacia formas más acordes con los tiempos que vive la humanidad, a 26 años de la caída del muro de Berlín, del fin de la guerra fría.

El socialismo que se concebía cuando se empezó a construir lo que hoy conocemos como la revolución cubana fracasó, y si bien deja avances en salud y educación, el costo humano ha sido demasiado alto.

Las autoridades cubanas están en un momento especial. La presencia en la Casa Blanca de Barack Obama, que volteó la hoja después de 50 años de conflictos, es una oportunidad para avanzar. La comprensión del presidente norteamericano de que es un absurdo político mantener viva la línea que separaba a los dos países, debe estimular a las autoridades cubanas a acelerar los cambios posibles.

El Santo Padre deja algunas reflexiones útiles para todos: servir a la gente más que a las ideologías y tolerar a quienes disienten. Ir “lentamente” superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Y para completar, llamó a “vivir una revolución de ternura y de ayuda a los demás”.

La presencia del Papa es un aliento para que Cuba encuentre un camino más cierto en este siglo XXI. Naturalmente, esa es una tarea que corresponde al pueblo cubano.

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En un mundo donde persisten enconos, divisiones y enfrentamientos, no sólo en lugares apartados del planeta sino en zonas tan cercanas a nosotros como Venezuela y Colombia, la visita del Papa Francisco a Cuba contribuye a fortalecer el proceso de apertura que vive la isla luego del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. El Pontífice tiene mucha razón al afirmar que ambas naciones han dado un ejemplo a un mundo donde las convulsiones no han desaparecido, a pesar de los avances democráticos. Es de justicia recordar al papa Juan Pablo II, quien en su visita a Cuba en 1998 abogó porque “Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Tardó diecisiete años pero llegó. 

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