Para mirar dentro de las palabras

Desde principios del siglo XX, más o menos. Entonces los esforzados académicos estudiaban en libros y papeles y fichas la evolución de las palabras; y elaboraban a mano las primeras entradas de una obra que, como les pasaba a aquellos osados que…

Desde principios del siglo XX, más o menos. Entonces los esforzados académicos estudiaban en libros y papeles y fichas la evolución de las palabras; y elaboraban a mano las primeras entradas de una obra que, como les pasaba a aquellos osados que empezaron las catedrales, sabían que no iban a ver terminada. Y así les resultó difícil pasar de la letra a. Sí, alcanzaron incluso una pequeña parte de la b. Pero ahora la informática ha abierto un nuevo mundo para rastrear cada término a partir de un corpus bien elegido.

El Nuevo Diccionario Histórico del Español —cuyo avance se ha hecho coincidir en estos días con la celebración del tercer centenario de la Academia—- se define como una obra “relacional”, que descubre los vínculos entre las distintas formas y los diferentes significados. La novedad reside en el cambio de los medios, pero también en el método. Ya no se trata de avanzar con papel y bolígrafo, sino con potentes ordenadores; y no por orden alfabético, sino por familias léxicas; no se busca tanto la extensión como la profundidad. El resultado sólo estará disponible en la Red (www.rae.es,  a partir del enlace “Fundación Rafael Lapesa”).

Construir un diccionario histórico requiere —también hoy— de una paciencia infinita, porque las palabras se anudan unas a otras y a veces la cuerda que las enlaza no se termina nunca. El cañón denominado “lombarda” (seguramente porque procedía de Italia) se transformará a partir del siglo<TH>XV en “bombarda”, y de ahí saldrán luego “bombardear”, “bombardero” o “bombardeo”, y hasta se llegará regresivamente a dotar a “bomba” de la acepción de “proyectil”, distinta de aquella que servía para garantizar el riego. De modo que un fino cordel anuda a la lombarda, al avión que bombardea, al que lanza las bombas y al que se apunta a un bombardeo; mientras que por otro lado se enlazan la bomba hidráulica y quien la maneja, que ya no es un bombardero sino un bombero. El fuego y el agua se intercalan en la historia de la palabra.

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