Perjurio en la vega

De madrugada, al final de su última parranda, comenzó a escapársele la vida a Caonabo Emilio Lugo Contreras, un carnicero baleado en la nuca cuando subía en motocicleta la cuesta final que lo llevaría a su vivienda en la comunidad de El Caimito, en L

De madrugada, al final de su última parranda, comenzó a escapársele la vida a Caonabo Emilio Lugo Contreras, un carnicero baleado en la nuca cuando subía en motocicleta la cuesta final que lo llevaría a su vivienda en la comunidad de El Caimito, en La Vega.

Con el impacto del choque en la acera, la moto se apagó por desaceleración, mientras el herido caía en medio de la calle para morir inconsciente, diez días después, en una sala de cuidados intensivos del hospital José María Cabral y Báez, en Santiago.

Fue un suceso que consternó a los lugareños. La víctima era oriundo de la comunidad y un hombre dedicado a su trabajo, aparentemente sin enemigos y apreciado por vecinos y amigos.

¿Quién pudo maquinar en la oscuridad de la noche para segar la vida a un hombre, aprovechándose de sus andanzas y de su fama de mujeriego?

En principio, ninguna pista surgió para encauzar con certeza las investigaciones
Carmen Delia Acevedo, la vecina más inmediata a la escena del crimen, inicialmente declaró en la Policía que oyó “un disparo y el ruido del motor de un vehículo cuando se marchaba, pero no vi a nadie porque no me levanté de la cama”.

Samuel Inoa Lugo, sin embargo, se hizo el primer sospechoso. Junto a su hermano Joel, fue la persona que primero se levantó y dio la voz de alarma a los familiares sobre lo acontecido.

Vio al herido desangrarse y buscó ayuda para darle asistencia médica.
Un detalle, sin embargo, no pasó inadvertido a los investigadores: Samuel, cuando se acercó al herido, cogió la cartera y el dinero que ésta contenía y lo entregó a la familia, pero no hizo lo mismo con el revólver de la víctima, arma que dos años después fue localizada en un allanamiento realizado a la vivienda de un amigo suyo en la autopista Duarte.

Lugo Contreras meses atrás había roto relaciones con José Inoa Castro en un negocio de compra de animales de carne para venderlos sacrificados. Ese rompimiento en la sociedad de la carnicería le creó inconvenientes. 

La víctima se asoció en otro negocio con su primo Aquilino Delgado Lugo, un ex policía de tránsito que emigró tiempos atrás a Pensylvania.

Compartiendo tragos en un colmado, Inoa Castro enfrentó a Aquilino Delgado, a quien consideraba lo había traicionado, en un incidente donde Lugo Contreras le quitó el machete a su antiguo socio y luego se marchó: “Me voy de aquí antes de tener que matar al viejo éste”,  se consignó luego en el expediente.

Cuando las investigaciones fueron avanzando, Samuel, hijo de Inoa Castro, fue detenido y conducido a La Vega, donde negó que tuviera responsabilidad con el crimen.

Samuel, en cambio, culpó a Delgado Lugo de la muerte de su primo, acusación que junto a la variación de las declaraciones originalmente dadas por la testigo hicieron que las sospechas apuntaran hacia otro ángulo.

Delia Acevedo, quien antes no vio nada, ahora afirmaba que “lo había visto todo”, y señalaba al supuesto culpable.

Con una experticia balística hecha a la pistola que no coincidió con el casquillo de una Taurus calibre 9 milímetros  hallado en la escena del crimen y que no fue enviado a prueba por la Policía, Delgado Lugo fue hecho preso e incriminado.

En su contra fue mortal el testimonio siguiente: “Cuando Aquilino le dio el tiro a Caonabo yo lo estaba chequeando por la ventana de mi casa. La víctima trató de correr y Aquilino lo chocó por detrás y luego le dio el tiro…”, declaró entonces la testigo, quien sostuvo que más nadie pudo ver eso, ni siquiera su marido, Víctor Manuel Céspedes.

Con el repentino cambio de declaraciones de la mujer dio un giro a las investigaciones,  el sospechoso fue condenado a 20 años de prisión por un homicidio que alega no cometió, según sus declaraciones contenidas en la sentencia número 0232 del 14 de diciembre de 2006 del Primer Tribunal Colegiado del Distrito Judicial de La Vega, que consignó que la muerte de Lugo Contreras “vino porque éste (Delgado Lugo) puso la carnicería a su nombre y dejó fuera a la víctima”.

Samuel Inoa fue liberado de las acusaciones, aunque luego cayó preso y condenado por violación sexual y robos domiciliarios con escalamiento.

Sin embargo, Carmen Delia Acevedo “no podía dormir” después de la condena. Al menos con ese argumento se  le acercó a los familiares del sentenciado, a quienes les dijo que estaba en condiciones de volver a declarar “porque yo no puedo vivir con un hombre sentenciado por mi culpa”.

La familia del reo aceptó la propuesta de la testigo de que por la suma de 500 mil pesos se retractaría. La mujer aceptó una primera partida de 125 mil pesos y firmó mediante acuse de recibo el dinero entregado.

Grabada en video cuando aceptaba el dinero, Delia Acevedo fue detenida, juzgada y condenada por el Tribunal Colegiado de Moca a 20 años de prisión, en violación al artículo 361 del Código Penal, que criminaliza mentir bajo juramento ante un tribunal.

La sentencia contra Delgado Lugo no fue revisada, mientras la Corte de Apelación, meses después, descargó a la imputada.

Cinco años han transcurrido de un homicidio que dejó dividida a una familia y aún es motivo de consternación en El Caimito, una comunidad que no sabe a quién culpar porque  considera que el proceso criminal ha sido contaminado y afectado por influencias extrañas en perjuicio de inocentes.

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