Perros de guerra en le Cap

En marzo del 1803 llegó el buque Napoleón a Cabo Francés con una carga de 45,000 gourdes en efectivo, 25 caballos y 100 perros destinados a ser principales actores en uno de los más notorios episodios de la Guerra de Independencia de Haití. Eran&#823

En marzo del 1803 llegó el buque Napoleón a Cabo Francés con una carga de 45,000 gourdes en efectivo, 25 caballos y 100 perros destinados a ser principales actores en uno de los más notorios episodios de la Guerra de Independencia de Haití. Eran perros de guerra de raza similar a la de Santo Domingo, según cuenta Phillippe Girard, en un relato que toma como fuentes al marinero francés Jean Baptiste Lemonnier Delafosse, el general francés Pamphile Lacroix y el oficial mulato Juste Chanlatte, quienes aparentemente fueron testigos oculares, así como los historiadores del siglo XIX Thomas Madiou y Bearbrun Ardouin, quienes compilaron historias orales contadas por veteranos haitianos, que le permitieron hacer una descripción de lo sucedido durante la prueba al estilo de circo romano decidida por Rochambeau de la fiereza de los animales.

Dice Girard: “En el día señalado, una multitud de espectadores bulliciosos fue reunida para atestiguar lo que prometía ser un espectáculo único y horripilante. Se arrastró a un prisionero negro, según Lacroix, Madiou y Ardouin, sirviente de Pierre Boyer, uno de los oficiales bajo el mando de Rochambeau.

A seguidas, equipos de perros hicieron su entrada, los que talvez aunque alterados por el hambre y el clamor de los espectadores, no sabían lo que se esperaba de ellos y permanecían sin moverse siquiera alrededor del adversario.
Tomó algún azuzamiento por parte de los guías y una herida en el estómago a la víctima, para que los perros se calentaran con el olor de la sangre. Entonces, súbitamente, en un torbellino de polvo rojo, devoraron su desventurada presa al rugido de la multitud y el estruendo de la música militar. La ejecución solo tomó unos breves minutos. Saciados los apetitos de venganza, los espectadores entonces se retiraron a sus domicilios, mientras los perros, habiendo probado su ferocidad, fueron preparados para su primera misión: una operación de contrainsurgencia en la cercana isla de La Tortuga.

En verdad que la guerra es un motivador de crueldades hasta impensables, siempre incluyendo espectáculos que deshumanizan y convierten al hombre en ser aberrante. En Haití todas las partes envueltas en esa guerra que fue social, racial y libertaria, permitieron que el odio les robara humanidad, con crueldades del mismo género que aquí cometieron el Gobernador García en esa misma época a los rebeldes de Nigua, y Oviedo con crueles castigos ejemplarizadores a los opositores de las devastaciones, antes de que se iniciara el proceso de conformación de Haití, en ambos casos con sentencias de muerte y la exhibición de cadáveres mutilados en todo el territorio nacional.

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