Después del incuestionable triunfo del presidente Danilo Medina, el PLD se enfrenta a varias delicadas tareas, algunas de las cuales pudiera afectar la unidad que ha logrado preservar desde su fundación en situaciones incluso muy difíciles. Una de ellas es la elección del bufete directivo de la Cámara de Diputados, no así el del Senado, a cuya presidencia aspiran entre cinco y siete dirigentes, detrás de los cuales hay fuerzas internas empujando a su favor. La elección de cualquiera de ellos podría engendrar disgustos y enfrentamientos internos.
Durante sus seis administraciones constitucionales, teniendo mayoría en la cámara, el presidente Joaquín Balaguer solía encarar las apetencias de sus seguidores por tan importante posición, entregando el puesto a la oposición, como ocurrió en tres ocasiones con el PLD, que entonces contaba con una minoría que lo hacía incapaz de discutir el cargo. Esa sabia decisión contribuyó a crear un ambiente de colaboración en los aspectos fundamentales sin crearle a la administración reformista obstrucciones en el Congreso. Con ello se aliviaron también las asperezas y mejoró notablemente el clima de gobernanza, haciendo realidad lo que hasta entonces se creía imposible: que partidos tan radicalmente opuestos echaran a un lado sus diferencias y colaboraran en asuntos de vital importancia para el país.
Este aleccionador antecedente pudiera ser válido para salvar un potencial problema interno y aliviar la acidez que todo el proceso electoral le agregó a las muy difíciles relaciones entre el gobierno y la oposición. La realidad resultante de las alianzas concertadas durante la campaña facilita la tarea, pues hay allí figuras con experiencia suficiente para honrar las responsabilidades del cargo y, por supuesto, existen también entre quienes hasta la definición de esas alianzas estuvieron aliados al gobierno del presidente Medina.
