Le prestaron a Zorba el griego

Grecia podría terminar el 2015 con un PIB de US$187.5 billones, 47% más bajo que el del 2008. Mientras el PIB per cápita en el 2008 ascendió de US$31,839, en el 2015 terminaría en US$17,056, poco más de la mitad. El desempleo este…

Grecia podría terminar el 2015 con un PIB de US$187.5 billones, 47% más bajo que el del 2008. Mientras el PIB per cápita en el 2008 ascendió de US$31,839, en el 2015 terminaría en US$17,056, poco más de la mitad.

El desempleo este año es de 26%, más que el triple del 7.8% del 2008. Gracias a la confluencia del euro y el populismo que frena cualquier ajuste a la baja de los salarios, a pesar de la hecatombe macroeconómica descrita arriba, el costo unitario de la mano de obra griega apenas ha bajado en 4.2% del 2008 al 2014.

La situación fiscal es grave dados los niveles de deuda pública prevalecientes. Es cierto que Grecia ha reducido significativamente su déficit fiscal.

El problema es que la reducción ocurre a partir de los niveles excesivamente altos del período 2004-2007 cuando el déficit osciló entre 5.6% y 7.4% del PIB, y de los niveles alarmantemente elevados del período 2008-2013, cuando se movió entre 8.7% y 15.3% del PIB, con una media de 11.3% del PIB. En el 2014, el déficit se redujo a 3.5% del PIB.

Para el 2015, el programa acordado con la troika conformada por la Comisión Europea (Eurozona), el Banco Central Europeo y el FMI, en el marco del segundo paquete de rescate, proyectaba una reducción adicional del déficit fiscal a 1.6% del PIB. Sin embargo, con el triunfo de Syriza en las elecciones generales del 25 de enero del 2015, bajo la consigna de rechazo a la austeridad, Alexis Tsipras pasó a ocupar la posición de Primer Ministro al día siguiente. Los controles al gasto fueron relajados, proyectándose un déficit fiscal este año, en un escenario optimista, de 3.9% del PIB.

La deuda del Gobierno de Grecia, que había alcanzado US$495 billones en el 2011, se redujo significativamente en el 2012, cayendo a US$392 billones, como consecuencia del recorte de 53.5% que la troika exigió a los acreedores privados aplicar, en el marco de un segundo programa de rescate donde todo el mundo estaba llamado a asumir sacrificios. Dado que el déficit fiscal aumentó en el 2013 (12.3% del PIB), la deuda aumentó a US$424 billones ese año, pasando de 157% del PIB en el 2012 a 175% en el 2013, cerrando en el 2014 en 177% del PIB.

Todo lo anterior constituye la antesala al teatro que han montado el Gobierno de Grecia bajo la dirección de Tsipras y los gobiernos de la Eurozona. Negociaciones intensas con la participación de Ministros de Hacienda expertos en teoría de juegos (¿de poker?), derivaron en la convocatoria de un referéndum en el que se pedía a los griegos decidir si rechazaban o aprobaban la propuesta de ajuste y austeridad que exigían los acreedores, algo realmente extraño, pues el 25 de enero del 2015 los griegos habían votado “No” contra la austeridad y por eso, Tsipras se convirtió al día siguiente en Primer Ministro.

El 61% de los participantes en el referéndum reiteró su rechazo a la austeridad. Tsipras, eufórico y sonriente, acepta la renuncia de su ministro de Hacienda, Yanis Varoufakis, principal crítico de la austeridad exigida por los gobiernos de la Eurozona. Pero sabe que otros “referéndums implícitos” han tenido lugar en varios países de la Eurozona, especialmente, en Alemania, donde la canciller Merkel siente la presión de una población que percibe a Grecia como un lastre del que hay que desprenderse cuanto antes.

Las encuestas se lo dicen. Tsipras sabe que para Merkel, acceder a un tercer paquete de rescate a favor de Grecia, conlleva la absorción de un elevado costo político, pues la mayoría de los alemanes no están dispuestos a seguir contribuyendo para que los griegos continúen viviendo por encima de sus posibilidades con el financiamiento y la asistencia del resto de los habitantes de la Eurozona, principalmente, de los alemanes.

Por eso es que la estrategia de Tsipras de anunciar el 27 de junio que se retiraba de la mesa de negociaciones para consultar a los griegos en un referéndum que tendría lugar el 5 de julio, y así determinar si estaban a favor o en contra del ajuste y la austeridad, resultaba contraproducente frente a gobiernos de la Eurozona que han perdido la credibilidad en los gobernantes y la clase política griega.

Tsipras, consciente de que la Eurozona, bajo la dirección de Alemania, está preparada para la eventual salida de Grecia del euro, lleva una propuesta de ajuste fiscal y austeridad que no se distancia mucho de la que estaban exigiendo los gobiernos de la Eurozona antes del retiro de Tsipras de la mesa de negociaciones para convocar el referéndum. Los griegos reaccionan sorprendidos ante el gatopardismo de su Primer Ministro. Hizo un referéndum, sin importar el resultado, para que todo quede igual: la Eurozona continuaría al bate.

El problema fundamental que tienen de frente los gobiernos de la Eurozona es determinar si creen o no en las promesas de Tsipras. Algunos de los ajustes propuestos como la subida de las tasas reducidas del IVA, el aumento del impuesto sobre la renta corporativa de 26% a 28%, el aumento en la tasa de cotización de 4% a 6% al sistema de salud, la reducción del gasto militar en €100 millones en el 2015 y €200 millones en el 2016 y el aumento de la edad de retiro a 67 años, pueden ser comprobables en el corto plazo. Sin embargo, las promesas de reducción de los salarios en el sector público a partir del 2019, de privatización la empresa eléctrica y los aeropuertos, y de modernización de la administración tributaria para combatir la evasión y reducir el contrabando, son más difícil de tragar.

Particularmente pienso que tanto la Eurozona como Grecia están tratando de ganar tiempo cuando en realidad no hay tiempo que perder. A ambos les conviene que Grecia sea liberada del euro. De esa manera, con moneda propia, los ajustes dejarían de recaer exclusivamente en las cantidades (PIB, empleo, inversión), para distribuirse también en los precios de la economía (tasa de cambio, inflación, tasas de interés y salario real).

La economía griega pasaría del escenario de rigidez que le impone el euro a un escenario de flexibilidad que le habilitaría el viejo dracma o la nueva moneda que se cree. La ventaja principal del abandono del euro sería que liberaría al país de la droga que representa el euro, la cual ha permitido a los griegos vivir por encima de sus posibilidades, gracias al financiamiento que le proveen los demás habitantes de la Eurozona.

Al suspenderse definitivamente la droga, los efectos iniciales serán traumáticos, pero a medida que pase el tiempo, el paciente se irá recuperando. Grecia, al cabo de un tiempo, tendrá una economía más flexible y competitiva, con menores salarios reales, pero en una trayectoria sostenida de aumento del empleo y la producción.

Claro, los que prestaron a Grecia sin hacer la debida diligencia, deben pagar un precio en forma de un recorte masivo de sus acreencias. Es probable que muchos de los que prestaron plata a Grecia nunca vieron “Zorba el griego”; si la hubiesen visto, habrían pensado dos o más veces lanzarse alegremente a prestar como lo hicieron. l

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