La proliferación de negocios desvirtúa áreas residenciales

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La proliferación descontrolada de negocios, construcciones de grandes edificaciones que rompen con el perfil tradicional y la apertura de oficinas de instituciones públicas, sumados al cada vez mayor flujo de personas y tránsito vehicular, están convirtiendo en invivibles los sectores residenciales de la capital y el Gran Santo Domingo, cuyos moradores se sienten asediados.

Es un fenómeno que se inició a finales de los años 90 y se comenzó a hacer notorio en la segunda mitad de la década del 2000 al 2010, y hoy explota en la cara del capitaleño que recuerda cómo apenas 20 años atrás ensanches como Los Prados, Naco, Julieta, Evaristo Morales, Gazcue, Alma Rosa, Ozama, Arroyo Hondo y la parte Oeste de Honduras eran lugares de ensueños en los que daban ganas de vivir.

Paradójicamente, luego de aprobarse en 1994 el Plan Director de la Ciudad Capital, que precisa que la política de urbanismo en la ciudad se apoya en la planificación como método organizativo, por lo que se impulsaría la creación de más zonas de áreas verdes y recreativas, nuevos espacios para el culto, la oración y servicios sociales, la densificación planificada y la densificación planificada.

No obstante, la capital ha devenido de mal en peor hasta degenerar en un verdadero caos en los que se combinan un tránsito infernal que la hacen imposible en horas laborables, congestionamiento de las avenidas con vocación comercial y contaminación sónica, visual y ambiental por acumulación de todo tipo de basura y otros residuos sólidos.

La situación es tal que las principales calles de ensanches y residenciales de clase media se han transformado de la noche a la mañana en avenidas en las que se suceden desde pequeños negocios familiares hasta plazas que agrupan varios establecimientos comerciales, o también enormes torres de viviendas que hacen a los vecinos seres casi desconocidos.

En esos lugares es común ver letreros de “Se Vende” o “Se Alquila”, ya que los propietarios expresan que se han visto obligados a dejar las viviendas que han ocupado por 30 y 40 años y en las que levantaron a sus familias, mientras otros aseguran que tras vender sus propiedades en barrios como el Luperón o Los Mina hace dos décadas para comprar en lo que definen como el lugar ideal para criar y educar a los hijos, ahora se ven en empujados a vender para terminar sus días en lugares más tranquilos, aunque sea a 25 kilómetros fuera de la ciudad.

Otros, en cambio, han decidido dar la batalla y organizados en juntas de vecinos y enarbolando las disposiciones municipales y las leyes, afirman que no permitirán que les roben la tranquilidad que caracteriza sus zonas de residencia.

El caos en que ha devenido la ciudad ha sido el fruto del irrespeto a la Resolución 85/09 del Ayuntamiento del Distrito, que en zonas residenciales prohíbe que los suelos sean usados con fines comerciales, se instalen oficinas públicas y regula la altura de las edificaciones.

Los medios de prensa recogen decenas de denuncias, las mismas autoridades edilicias violan las normas regulatorias al aprobar construcciones de enormes torres e instalaciones de negocios en lugares en donde el uso de suelo lo prohíbe.

Los más afectados

Los Prados es probablemente el sector capitalino más afectado por este fenómeno. Las calles Lorenzo Despradel, Félix Mota, Max Henríquez Ureña, Rafael Abreu Licairac, Amelia Francasci y Juan Isidro Ortega son ejemplos vivos de cómo las aperturas casi permanentes de todo tipo de establecimientos comerciales han transformado el perfil del sector y trastocado la vida de sus habitantes, hasta el punto que en esas vías se cuentan con los dedos de las manos, y sobran, las edificaciones de uso familiar.

Los concesionarios de vehículos, oficinas de seguros y profesionales; restaurantes, bancas de lotería, colegios privados, seguridad privada, colmados, tiendas de licores, panaderías-reposterías, farmacias, centros de salud, fitness y escuelas de natación, bancos públicos y privados, son comunes en Los Prados.

Juan Elías Adan, residente en el sector en la calle Lorenzo Despradel, dijo a elCaribe que advirtió el fenómeno en el año 2007 cuando se intentó instalar un concesionario frente a su casa, iniciando una lucha que ha mantenido desde entonces, levantándose cada día con un negocio nuevo en sus narices.

“El culpable es el síndico, que no respeta las normas de los residenciales ni a la gente, y ha convertido a Los Prados en un mercado: a veces no puedo salir de mi casa porque del dealer me paran vehículos frente a la entrada de la marquesina, y de día no hay quien entre o salga de aquí”, dijo con enojo.

Adan recuerda que hace más de 20 años se mudó de la avenida Mella con José Martí, en Villa Francisca, debido a que el lugar se estaba convirtiendo en un caos, y lo mismo está viviendo ahora en Los Prados, por lo que su vivienda tiene un “Se Vende”, lo que no ha podido lograr.

Igualmente pasa en el ensanche Quisqueya, donde la actividad comercial propia de la avenida Núñez de Cáceres se ha trasladado a las principales calles interiores, como la Fernando Arturo Defilló y Paseo de los Locutores. En el Quisqueya la gente se queja de la cantidad de vehículos de carga y del transporte urbano que desde temprano en la mañana convierten en un pandemonio lo que era casi un paraíso.

En Miraflores, en pleno centro de la capital, la falta de espacio para la expansión comercial en la avenida 27 de Febrero y los alrededores de la Máximo Gómez ha fijado la mirada de los comerciantes en las calles interiores del ensanche, como son la Paseo de los Periodistas y la San Francisco de Macorís.

En el sector convergen universidades, un liceo, periódico y radiomisoras, tiendas de electrodomésticos, cooperativas, bancos comerciales, central de autobuses, banco de sangre, colmadones, heladería, las oficinas centrales de Infotep y oficinas profesionales.

En Honduras pasa lo mismo a lo largo de la calle Bernardo Correa y Cidrón y la avenida Italia, las que por su ubicación son vías residenciales pero que el paso del tiempo las fue transformando en comerciales. En la Correa y Cidrón convergen todo tipo de negocios, sobre todo en el área de repuestos, así como el mercado y residenciales cerrados, mientras que en la Italia las pocas viviendas que quedan tienen en su parte baja algún tipo de comercio.

Amanda García, de Gazcue, rehusó que le tomen una foto para no salir llorando en momento en que cuenta cómo el idílico sector se transformó en un barrio cualquiera: “Por más que luchamos para que no se construyan torres y se instalen negocios, no nos hicieron caso y se impuso la fuerza del dinero”.

Las torres también desplazan

Al igual que la apertura desordenada de centros comerciales, el crecimiento vertical de la ciudad empuja a los constructores a fijar la mirada en aquellos residenciales que ofrecen algunas ventajas para el levantamiento de torres residenciales.

Es el caso del Evaristo Morales, Bella Vista, Naco y Gazcue, donde las torres han cambiado el perfil arquitectónico de esos sectores, desplazando y transformado la composición social de sus habitantes.

Ello ha hecho que Naco es un lugar de clase media alta en el que la concentración de negocios y torres la ha terminado de alejar de ser ensanche preferencial de los más adinerados, como expresa Elena Sangiovanni: “Esto ha cambiado tanto que ni el perrito puede una sacar a pasear por la mañana”.

La Castellana en contra instalación de negocios

La degradación de Los Prados es un fenómeno que no quieren vivir los residentes de La Castellana. La junta de vecinos del sector está decidida a conservar el carácter residencial del sector y para ello ha montado una campaña permanente de educación a sus moradores y advertencia a los que han puestos sus ojos en sus calles. Es común ver carteles verdes con letras blancas advirtiendo que allí no se pueden instalar negocios ni oficinas públicas. Hombres como Octavio García, residente en la calle Oloff Palmer, dijo que hará todo lo posible por no ver La Castellana convertida en lo que hoy es Los Prados. “Hace 37 años que vivo aquí, y no voy a permitir que esto se convierta en un ventorrillo”, advirtió.

Reacciones

El síndico, los regidores, todos en el ayuntamiento se han burlado de los que vivimos en Los Prados”
Juan Elías Adan
Residente en Los Prados

Haré todo lo que tenga que hacer para no ver a La Castellana convertida en un ventorrillo como Los Prados”
Octavio García
Residente en La Castellana

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