La próxima vez que se debata el aborto en la República Dominicana

La próxima vez que se debata el aborto en la República Dominicana, yo quisiera que en el Poder Legislativo se escuchen algunos testimonios de niñas y mujeres que se hayan realizado un aborto luego de una violación, incesto o cuando un ultrasonido&#823

La próxima vez que se debata el aborto en la República Dominicana, yo quisiera que en el Poder Legislativo se escuchen algunos testimonios de niñas y mujeres que se hayan realizado un aborto luego de una violación, incesto o cuando un ultrasonido les reveló que su bebé era no viable. Escuchémoslas. Que esas mujeres y niñas nos hablen, las que puedan, del horror de vivir una experiencia tan traumática como una violación y una situación de incesto. Que hablen del doble golpe que sintieron al enterarse de que encima de eso, estaban embarazadas de su violador y en el caso del incesto, de sus propios familiares. Que hablen del sentido de desesperanza que lleva a una mujer o niña a buscar una clínica clandestina, a “tomarse unas pastillas” y en algunos casos a utilizar una percha. 

Ellas son las expertas en este tema. Aunque no estemos de acuerdo con su decisión, hay que escucharlas para entender cuál es el razonamiento que lleva a una mujer o niña a buscar un aborto en esos causales, y por consiguiente cómo prevenirlos. Hasta que no escuchemos las voces de las mujeres y niñas afectadas, como sociedad, seguiremos debatiendo basados en creencias abstractas cuando hay seres humanos de carne y hueso que nos pueden explicar la situación.

Pero al día de hoy, ese debate más incluyente es un imposible. Para escuchar a las únicas personas que nos pueden ofrecer una perspectiva ilustrativa que ayude a tomar mejores decisiones en este tema; las mujeres y niñas que se ven en necesidad de realizarse un aborto, ellas tendrían que dejar el anonimato y arriesgar caer presas por varios años.

Quizás para esquivar ese espinoso inconveniente, podemos escuchar a otras personas que también están directamente involucradas en la realidad de los abortos clandestinos en la República Dominicana. Podemos escuchar los testimonios de familiares de las mujeres y niñas que murieron practicándose un aborto. Las que ya han muerto y las que seguirán falleciendo hasta cuando volvamos a debatir el tema.

Necesitamos escuchar el testimonio de mamás y papás que perdieron sus hijas luego de que se realizaron un aborto ellas mismas con brebajes caseros o utensilios altamente peligrosos y 100% no higiénicos. Y mamás y papás de mujeres y niñas que fueron a clínicas clandestinas donde les cobraron quien sabe cuánto por realizarles abortos también 100% no higiénicos.

El 14 de diciembre, el Senado de la República Dominicana dio el visto bueno para que más mujeres y niñas se unan a las estadísticas de la mortalidad materna, que incluyen las muertes por abortos clandestinos. Que se escuche a esas mamás y papás hablar por sus hijas, porque hoy ellas no están aquí para contar sus verdades por sí mismas.

El día en que se presentaba ante el Senado una decisión tan importante, y que es literalmente de vida o muerte para miles de mujeres y niñas en este país, solo 20 senadores y senadoras estuvieron presentes en la sesión. Entre quienes votaron, solo el senador de la provincia de Santiago, Julio César Valentín, votó en contra. ¿Y el resto? ¿Dónde se metieron quienes, de manera implícita con su ausencia, permitieron que el Código Penal fuera aprobado?

Quienes consideramos la penalización de las tres causales como una violación a los derechos humanos de mujeres y niñas podemos reconocer la valentía de Valentín, pero que no se nos olvide la complicidad de los que ni siquiera se atrevieron a dar la cara.
La próxima vez que el Poder Legislativo debata el tema del aborto, que lo humanice primero. Y después que decidan.

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