Lo que aprendí de mi padre

El pasado 27 de febrero se cumplieron 26 años de la muerte de mi padre José Antonio.

El pasado 27 de febrero se cumplieron 26 años de la muerte de mi padre José Antonio. No pienso mucho en él para esa fecha, porque mis ocupaciones de periodista son especialmente más forzadas ese día, por los múltiples acontecimientos que se producen en el país (memorias del Presidente, actos por la Independencia, desfile militar…).

Pero lo recuerdo siempre, todos los días, no con tristeza, sino para guiarme de sus múltiples consejos y enseñanzas, tan enfáticas, tal vez porque en sus adentros presentía que se iría a destiempo.

Una de sus enseñanzas es de carácter laboral. Recuerdo cuando era niño que me envió a la sastrería de un primo suyo (Fausto) como aprendiz. El primo me pagaba 10 pesos semanales y yo hacía ruedos, pegaba botones, planchaba, hacía mandados y otras labores. Todas las mañanas iba a la sastrería y en la tarde a la escuela.

Pero llegó el “tiempo muerto” y mi primo me dijo que ya no podía pagarme los 10 pesos, por lo que dejé de ir al taller de costura. Al segundo día de ausencia mi padre me preguntó por qué no fui al taller y le conté que ya el primo no me podía pagar. Su respuesta fue automática, con mucha paciencia y calma, pero cargada de una autoridad incomparable: “Pues a partir de mañana usted tiene que ir a la sastrería todos los días, gratis, sin cobrar un centavo, y sin faltar nunca, siempre de manera puntual”.

Dado que tuve que cumplir la orden al pie de la letra y considerando que no podía faltar, decidí dedicar más atención a los trabajos de mi primo el sastre, por lo que aprendí a coser y cuando tenía 14 años, justo en los tiempos en que mi padre murió, ya trabajaba como sastre con un salario semanal competitivo. Es el oficio en el que laboré durante ocho años hasta que me convertí en periodista.

El aprendizaje del oficio que me ayudó a conseguir mi primer trabajo, y la forma en que me hizo aprenderlo, es una de las tantas enseñanzas que me dejó el viejo y sobre las que le estaré eternamente agradecido. Lamento que no me dio tiempo de confeccionarle una pieza de vestir, pero hoy me alegra poder dedicarle este artículo.

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