¿Qué nos espera?

Francina Hungría es una sobreviviente que perdió la visión durante un ataque de unos desalmados que ya habían cometido un asalto. No sólo padece el trauma, el macabro impacto de ese instante interminable, de la mala hora que se prolonga en su…

Francina Hungría es una sobreviviente que perdió la visión durante un ataque de unos desalmados que ya habían cometido un asalto. No sólo padece el trauma, el macabro impacto de ese instante interminable, de la mala hora que se prolonga en su existencia. Desde entonces arrastra el dolor, la pena. Su vida ha sido eclipsada de forma tal que sólo ella puede expresar el alcance de sus padecimientos.

Es al mismo tiempo una expresión viviente, muy concreta, dolorosa, del cuadro de violencia que padecemos los dominicanos. En estas horas, en estos días, su pesar debe haberse acrecentado a consecuencia de la frustración de lo que siente. Justicia denegada por “insuficiencia de pruebas”, un argumento que se extiende en los palacios judiciales del país.

Es la que permite que reconocidos delincuentes detenidos salgan de las cárceles a celebrar. Como un tal Darys, en Las Matas de Farfán, condenado a cinco años de  prisión por narcotráfico, liberado a sólo dos años y medio de cumplimiento de pena. Sale y asesina cobardemente junto a otros delincuentes a un empresario agrícola y a su hijo de seis años, con una crueldad que espanta.

Ayer, el país conoció la sentencia del Segundo Tribunal Colegiado del Distrito Nacional que permite que José Miguel Mora Acosta (El Gordo), Celso González Montero (Nariz), José Arias y Melvin Pérez (Boludo) salgan a las calles, libres, bajo el alegato de que el Ministerio Público no pudo demostrar sus vínculos con la agresión contra Francina. Sólo fue condenado a la pena máxima José Manuel Vidal (Memín).

Francina sintetiza la triste realidad dominicana en la que todos debemos vernos, en esta inseguridad general, no sólo en las calles, sino víctimas también de la incertidumbre de un sistema judicial en el que la desconfianza es estimulada por decisiones que dejan mucho que desear.

Y nada nos garantiza que las cosas mejorarán. Es una pena que la desesperanza cunda entre todos. Es inevitable preguntarse, ¿qué nos deparará el futuro? l

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