La villa de los Lakers, donde por norma el drama se respira en cada rincón y no porque Hollywood le quede cerca, vive un disturbio.
Kobe Bryant soltó mísiles a la gerencia. La plana mayor le respondió y no fue con flores.
El cinco veces campeón insiste en que no se debe cambiar a Pau Gasol. La mano que mece la cuna en el club entiende que hará lo necesario y si eso es mandar al español para otro lado, pues que así sea.
Bryant no cede. Ayer dijo que habló así porque es el único con el material colgante para hacerlo. Claro, el futuro Salón de la Fama utilizó otra palabra más fuerte.
Su discurso despertó a varios de sus compañeros que se fajaron a vencer a Portland en su último compromiso. Hubo una reunión de jugadores el lunes y todos están agrupados alrededor del hombre que comenzó la jornada de anoche como el líder en puntos de la liga.
El mensaje es claro: cuidado con romper el equipo porque mi meta es ganar una corona más, que sería la sexta, y no veo que me ayuden con cambiar a Gasol. Máxime, si ya mandaron a Lamar Odom hacia Dallas sin nada estelar de retorno.
¿Hasta qué punto ayuda la fricción entre Kobe y los que mandan, llámese Jim Buss y Mitch Kupchack? Veamos cómo termina esta novela que puede ser de terror.
El cacique Kobe Bryant se ha emancipado. ¿Podrá mantenerse y ganar la batalla en las montañas de Los Ángeles?
El reto es de peso. Más duro que ganar partidos noche tras noche en el exigente mundo de la NBA.
