En su nuevo libro, Rita Moreno: A memoir, Rita Moreno se destapa al hablar, no tanto de su carrera sino de sus esfuerzos para superar sus inseguridades.Los admiradores, deseosos de saber lo que fue para ella bailar para Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”, compartir en el estudio con Yul Brynner en “El rey y yo” o bailar la coreografía de Jerome Robbins en “Amor sin barreras” probablemente se decepcionen. Pero la vida de Moreno no fue definida por los papeles que interpretó.
La laureada cantante, bailarina y actriz puertorriqueña enfoca su historia en un viaje de autodescubrimiento, y es precisamente esa introspección lo que le da fuerza a su libro de memorias.
Su historia de éxito es el sueño americano. Su madre la llevó a Nueva York a los 5 años desde Puerto Rico, entonces Rosita Dolores Alverio, en busca de una vida mejor tanto o más para ella que para su hija. Dejó a su marido (el primero de cinco) y su pequeño hijo en Juncos, un pueblo donde la pequeña Rosita conoció un lugar de sensual belleza y maravillas en medio de la selva tropical El Yunque.
Nueva York era otro tipo de selva, fría e indiferente al racismo público. Rosita no hablaba inglés cuando llegó, lo que la hacía sentir aún más como una afuereña, pero aprendió el idioma. Y aprendió a bailar. Guiada por Paco Cansino, el profesor y tío de Rita Hayworth, Rosita comenzó a actuar a los 9 años y dejó la escuela al ver su carrera florecer.
El nombre artístico de Rosita Moreno fue uno de dos legados de un padrastro al que menospreciaba. El otro fue una casa en los suburbios de Long Island, lejos de los guetos étnicos de la ciudad, en la que pudo ver un lado más suave de la vida americana.