Rudo golpe a la Lidom

El caso Anderson Hernández debe ser considerado como una voz de alarma para la liga y su futuro. Anderson, escogido en el sorteo de nativos,…

El caso Anderson Hernández debe ser considerado como una voz de alarma para la liga y su futuro. Anderson, escogido en el sorteo de nativos, desistió de jugar con las Águilas Cibaeñas a última hora por supuestas presiones de familiares y amigos suyos, y claro, fanáticos de los Tigres del Licey, el súper rival de los cibaeños.

La Liga Dominicana de Béisbol  (Lidom) no pudo hacer otra cosa que romper sus propias reglas para salir del paso. Le permitió a las Águilas que escogieran a un cuarto jugador de los Gigantes, aún cuando las reglas del sorteo de nativos dicen que los equipos solo pueden tomar únicamente a tres de un mismo conjunto eliminado.

Todos sabemos que en las argumentaciones de Hernández subyace la fricción generada por la acérrima rivalidad entre Licey y Águilas, que hasta cierto punto escapa ya de lo deportivo. Eso no ha hecho más que darle un rudo golpe a la institucionalidad de la Lidom, que aparentemente carece de los mecanismos para controlar a sus dos connotados miembros. Hay que buscar solución inmediata a eso o es mejor dejar sin efecto un draft con el que estoy a favor por entender que ayuda a ofrecer un mejor espectáculo.

José Oscar Fernández 

Probablemente no haya conocido del todo a José Oscar Fernández, quien falleció en la noche del miércoles por problemas de salud. Pero eso no significa que no haya podido aprender algo de él durante el tiempo que tuve el honor de compartir en mis labores en Multimedios del Caribe, familia a la que también pertenecía él.

José Oscar fue sepultado ayer después de atravesar por una enfermedad que lo dejó en la miseria. Siempre lo vi como un cronista completo, lo hacía todo súper bien, tanto en medios electrónicos como impresos. Atesoro y, tras su muerte, acumulé con más ahínco su libro “Los 12 magníficos”, para mí una de las mejores obras que se hayan escrito deportivamente hablando. Pero lo que más me marcó de José Oscar es que ni en sus últimos días perdió las ansias de vivir ni mucho menos de trabajar, cuando todos sabíamos que su precario estado no se lo permitía. ¡EPD José Oscar!

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