Con el anuncio formal del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el gobierno de ese país y la dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), han iniciado el diálogo en busca de la paz para esa atormentada nación. La información ha recibido el respaldo de distintos sectores en el mundo. Todos, menos el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, le han dado su espaldarazo a esa iniciativa, que evidentemente cuenta con el respaldo de los Estados Unidos, principal aliado del gobierno de Santos.
Con la firma del documento base se establece que los delegados del Gobierno y de las FARC formalizarán la mesa de conversaciones en Oslo y luego la trasladarán a La Habana, que será la sede permanente del diálogo. Se ha explicado que Venezuela y Chile acompañarán el proceso. Más adelante podrían adicionar a otras naciones.
Sin dudas que este anuncio es un gran paso para todo el continente americano que ve en este conflicto una espina en su corazón. Es bueno para el Gobierno, pues se anotaría un gran punto a su favor durante su cuatrienio y lo sería también para las FARC cuyos comandantes deben haberse convencido que no hay salida a ese conflicto a través del método que han implementado, que le ha costado la vida a sus mejores hombres y mujeres.
El gobierno gana, porque con ese frente cerrado podrá dedicar mayores recursos a áreas clave en esa nación como el desarrollo agrario integral, la participación política y el problema de las drogas ilícitas. Para las FARC su beneficio es enorme. Podrá integrarse a la vida política con su participación en el sistema democrático y se quitará de encima la etiqueta de que son grupos de narcotraficantes o terroristas, retomando su filosofía de que son revolucionarios que buscan el bienestar de su país, en especial de los más pobres y marginados.
Cuando el presidente Juan Manuel Santos hizo el anuncio de que dialogaba con las FARC, dijo: “los acercamientos que se han hecho y los que se hagan en el futuro se enmarcan en los siguientes principios rectores: Vamos a aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Cualquier proceso tiene que llevar al fin del conflicto, no a su prolongación”. ¡Eso está muy bien!
