Prefiero no aventurarme a predecir el destino del pedido hecho por Guillermo Moreno y su grupo a la Procuraduría General de la República para que se abra una investigación judicial sobre lo que señalan como responsabilidad penal del presidente Leonel Fernández y varios de sus cercanos colaboradores para la existencia del déficit fiscal. Ahora bien, de lo que sí tengo absoluta seguridad es que los oficiantes de esa acción han logrado el objetivo primario que se trazaron, muy alejado –por cierto- de que se establezcan reales responsabilidades en cuanto a las acusaciones que se insinúan pero no se formulan concretamente contra Fernández y varios de los suyos. Ese objetivo no fue otro que la búsqueda de posicionamiento mediático, la celebridad aún sea efímera, o lo que en otras palabras podemos graficar como el alcance de momentos de fama. Es bueno que se observe que el pedido de Moreno y compartes podría estar imbuido de la mejor de las voluntades, conocido su discurso, pero en ningún momento va acompañado de suficientes ni consistentes elementos para fortalecer cualquier acusación, al extremo de que no se trata de un sometimiento ni de una denuncia-querella, ni siquiera de una querella simple, sino de enunciados. Mientras, El Príncipe, en silencio calculado, observa desde las gradas… por el momento.
“Bolas”
Con el incremento, quizás fiebre, por el uso de las denominadas redes sociales, se ha fortalecido “la industria” del lanzamiento de “bolas” venenosas a través de la red, poniendo a correr versiones que podrían ser ciertas o no, pero en ocasiones dañan la reputación de mucha gente, incluyendo importantes figuras del quehacer público nacional. Es cierto que las autoridades cuentan con un sofisticado andamiaje de inteligencia para ubicar a los que han hecho de este quehacer una cotidianidad porque les reporta beneficios que hay quienes ni se imaginan, pero luce que hay que endurecer la prevención y persecución de los delitos informáticos antes de que uno cualquiera, o varios de los extorsionados, tomen la sanción en sus manos. Ojo…
