Son unos salvajes, cómo nos hacen esto…

Elisabeth Severino Morla tenía a penas 12 años. Residía en Villa San Carlos, un humilde barrio del norte de la Romana. Asistía a la escuela básica Nery Cueto, donde sus compañeritas le propinaron una salvaje paliza, en un baño, que le costó…

Elisabeth Severino Morla tenía a penas 12 años. Residía en Villa San Carlos, un humilde barrio del norte de la Romana. Asistía a la escuela básica Nery Cueto, donde sus compañeritas le propinaron una salvaje paliza, en un baño, que le costó la vida. Con inusual eficiencia burocrática la directora ha sido rápidamente destituida, lo que ayuda a que continuemos con nuestras vidas, sin meditar sobre la enfermedad social que padecemos, y provocó que esa niña sufriera semejante salvaje paliza. Una noticia que jamás tendrá la cobertura de la última encuesta Gallup, pero que revela con mayor claridad nuestro estado colectivo de alma.

Sus últimas palabras fueron: “…son unos salvajes, cómo nos hacen esto”. Pues, “inmediatamente… empezó a sangrar por la boca y se desplomó”. Nunca conocí a Mateo Aquino Febrillet, hombre de méritos, quien perdió la vida, en un valiente intento por separar a dos personas quienes, de acuerdo a sus criterios, llenan todos los requerimientos morales e intelectuales para ser legisladores. Muchas personas relevantes dieron un merecido tributo a Febrillet. Es una manera muy humana de intentar recuperar el equilibrio, roto por un hecho violento. No obstante, cabe preguntarnos si este salvajismo en la cúpula política, explicaría el salvajismo de las compañeritas en la escuela de la Romana.

Luego de una condena por narcotráfico, regresó al país a cobrar una deuda. Sí, repito, regresó a cobrar una deuda, sin que nadie le preguntara …¿Pero, quien le debe a quien? Resulta aún más inadmisible que la deuda fue cobrada en medio de un espectáculo mediático bochornoso, donde este personaje se convirtió brevemente en árbitro de la política dominicana. Decimos brevemente, pues salió del escenario tan rápido como irrumpió, pues sus “deudas” podrían haber resultado una especie de arma de destrucción masiva, para la clase política dominicana. Indiscutiblemente que los responsables de este cínico espectáculo, le propinaron una paliza al alma y la moral de la sociedad dominicana.

En el artículo anterior, nos referimos al sofista Trasímaco, quien afirmó que la justicia y lo justo no es más que aquello dictado como tal, por el más poderoso, a su conveniencia, pues al delincuente común se le llamaba “ladrón de templos… secuestrador”, pero quien secuestra y esclaviza a los ciudadanos es llamado “amado y bendito”. Ante la crisis moral y política que vivía Atenas cabían dos actitudes: la de Trasímaco, quien pensaba que no había nada que hacer; y la de Sócrates, quien intentó buscar la verdad y enseñar. Nuestro último político-maestro fue, sin dudas, Juan Bosch. Muchos dirán que todo fue en vano. Bien, pero la alternativa es una sociedad cada día más salvaje, violenta y cínica, donde vivir será un infierno, como lo fue para Elisabeth, cuando la golpearon salvajemente.

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