Nueva York. Miguel Cotto, quien ya no es el mismo de hace tres años- en claro declive y con una pegada menos potente que una porción de algodón-, en su esperada pelea con Antonio Margarito logró lo que justamente buscaba: castigar el lesionado ojo derecho del frustrado púgil mexicano.
Margarito falló en su intento de reeditar la historia escrita el 26 de julio de 2008 cuando masacró a Cotto y se alzó con una contundente victoria por nocaut técnico en el round 11. Hay que darle crédito al peleador boricua que con inteligencia y obediente a las instrucciones (técnicas) de su nuevo entrenador, el cubano-dominicano Pedro Luis Díaz, realizó el adecuado trabajo.
Margarito, quien ya debe aceptar que no está para seguir en el rudo deporte de los puños enguantados -básicamente por sus serios problemas de salud visual-, hizo lo imposible para mantenerse en acción. Pero su maltratado ojo derecho, que fue sometido a una delicada intervención quirúrgica tras la paliza que sufrió el 13 de noviembre de 2010 ante Manny Pacquiao, impidió lograr la victoria que buscaba. Cotto, como lo escribí en un análisis publicado la semana pasada, para salir por la puerta de la victoria tenía que trabajar -desde el inicio del combate- sobre el ojo dañado del mexicano… ¡y así lo hizo!
Ni tanto ni tampoco
Con la clara victoria ante Margarito, Cotto logró la venganza. Era lo que buscaba: Vengarse de la amarga derrota que le asestó Margarito el 26 de julio de 2008.
Pero, “ni tanto ni tampoco”, como reza el refranero popular.
El flamante monarca boricua de los medianos juniors no se puede ahora jactar de que vive su mejor momento en los ensogados.
Ante un rival enfermo, como Margarito, su victoria no debe ser tan celebrada… ¡y ahora creerse que es un superhéroe! Como también lo escribí días antes del combate, tanto Cotto como Margarito marcan un evidente declive.
Ambos están en baja, con una calidad cuestionada, con sus días contados en los cuadriláteros después que ambos fueron devastados por el poder de Pacquiao.
