Lo vulgar y lo sublime

¿Cómo olvidar aquella mítica escena del bautismo en El Padrino de Coppola? De las secuencias más absorbentes en la historia del cine norteamericano.El escenario nos presenta un entrecruce en edición de dos eventos: el bautismo del…

¿Cómo olvidar aquella mítica escena del bautismo en El Padrino de Coppola? De las secuencias más absorbentes en la historia del cine norteamericano.

El escenario nos presenta un entrecruce en edición de dos eventos: el bautismo del sobrino de Michael Corleone y el asesinato, bajo sus órdenes, de las cabezas de las cinco familias. Por un lado, imágenes del clan Corleone en devoción católica. El pequeño infante a bautizar.

Pacino renunciando a Satanás, respondiendo con un ‘sí’ solemne a los votos bautismales. La otra cara de la moneda muestra la preparación de los asesinatos hasta su brutal ejecución con la misma paciencia con la que se trata el ritual del bautismo.

La yuxtaposición de dos opuestos siempre resulta poderosa porque maximiza los elementos que forman dicha yuxtaposición a través del contraste de los mismos.

Esta semana que pasó se vio algo similar en el fútbol. Un contraste interesante entre lo vulgar y lo sublime. ¿Lo vulgar? Una vez más, la FIFA. Para cualquier persona conectada a las realidades del fútbol administrativo mundial, la noticia de los arrestos en masa de la semana pasada no sorprenderá.

Desde Havelange hasta Blatter, son ya décadas en las que la FIFA lleva manejando el fútbol desde un modus operandi que, en cuanto a intrigas políticas, conspiraciones de poder y cultura de corrupción, podría servirle de inspiración al George R.R. Martin más cínico.

Entre toda esa nube gris, entra en escena un Messi antológico. Se lleva uno, se lleva dos. Se lleva tres y cuatro.

El fin de semana firmó uno de los goles más impresionantes de su carrera para maravillar a un mundo que, tras ver las fundaciones institucionales de su deporte rey tambalearse, necesitaba de un recordatorio inyectado de adrenalina.
Un recordatorio que le repitiera de nuevo que todos esos hombres de gris, con sus oscuros maletines y sus todavía más oscuras intenciones, poco o nada tienen que ver con lo que pasa sobre la cancha.

Para eso tenemos enanos como Leo. Definitivamente, lo sublime.

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