Cuando ya no hay alpiste

El presidente Medina debe estar espantado presenciando la inutilidad de servidores pagados, porque lo que se lee y escucha por la radio y la televisión…

El presidente Medina debe estar espantado presenciando la inutilidad de servidores pagados, porque lo que se lee y escucha por la radio y la televisión del expresidente Fernández por parte de aquellos que alguna vez fueron sus serviles seguidores, podría sucederle también a él cuando concluya su mandato. Si eso ocurre a menos de dos semanas de haber este último dejado el poder, imagínense lo que le podría venir después desde ese litoral de apátridas morales, cuyo canto, como todo buen gorrión, depende del volumen de alpiste que se le ponga.

Por tal razón, el mejor antídoto presidencial contra tan camaleónica y jurásica práctica de deslealtad política, es cerrar los oídos y los ojos a las lisonjas, poner sus orejas en el corazón del pueblo para mantenerse al tanto de sus latidos y escuchar las críticas de sus adversarios y la prensa, aquella que aprecia su independencia y tercamente se aferra a ella, pagando por ello un alto precio.
Medina ha asumido la presidencia en situación en extremo delicada y él lo sabe mejor que nadie.

El paso de Isaac la ha agravado mostrando nuestra debilidad ante cualquier fenómeno atmosférico, porque el desastre ha sido grande cuando sólo intensas y prolongadas lluvias cayeron sobre el territorio nacional y no propiamente un huracán, lo que nos hubiera puesto en circunstancias calamitosas. Sin embargo, la tragedia que acabamos de pasar puede representar una enorme oportunidad para su presidencia. Ya hemos visto la presteza con la que actuó, visitando los lugares más afectados, sin ninguna pérdida de tiempo, captando por sí mismo la situación y mostrando la sensibilidad que tanta falta hizo en los últimos años.

Es una lástima que un inicio tan prometedor se haya eclipsado por designaciones que contradicen el espíritu del compromiso que asumió al asegurarle al país que con él muchas cosas serían distintas.

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