La investigación federal a punto de arruinar la carrera política del senador estadounidense de origen cubano Bob Menéndez, no tuvo su origen en una denuncia relacionada con actividades sexuales con una prostituta menor de edad en una villa de Casa de Campo propiedad del médico dominicano residente en el sur de la Florida, Salomón Melgen. Eso sólo agregó más dificultades al congresista demócrata.
Según se desprende de las reseñas publicadas en varios diarios importantes de Estados Unidos, la investigación tuvo que ver inicialmente con los viajes gratuitos del senador a La Romana en el avión privado del oftalmólogo. Estos viajes permitieron después establecer una estrecha conexión entre las generosas donaciones de Melgen a las campañas de Menéndez y los servicios que éste hiciera a favor del primero en un lucrativo negocio en los puertos dominicanos, que podrían costarle al Estado cientos de millones de dólares si el caso llegara a ventilarse en tribunales de arbitraje.
Si bien el tema de su trato con prostitutas en el país puede destruir su estabilidad familiar y llenarlo de deshonra, el interés que movió a la investigación y que ha puesto al descubierto una rara relación de negocios y de tráfico de influencias, no partió de ese punto. Aparentemente el problema con Menéndez surgió por violación al código de ética, que impide a los congresistas estadounidenses aceptar regalos con un valor superior a los 250 dólares. Por encima de esa suma, deben obtener previo permiso del Congreso y documentarlo en sus declaraciones financieras, a más tardar en junio de cada año. Menéndez se percató mucho después que no había cumplido con ese requisito y envió a Melgen el valor de dos de esos viajes, pero ya era tarde. A Melgen lo investigan por supuestos fraudes al Medicare y el Impuesto Sobre la Renta. Los federales allanaron su consultorio llevándose sus archivos. Nadie envidiaría su situación.
