Yo tengo la solución al problema de la República Dominicana. Zygmunt Bauman lo complica demasiado. Con el simple hecho de denominar a esta sociedad “Líquida” pone el obstáculo cruel de que no hay por dónde agarrarla y el caso de las relaciones domínico- haitianas sería insalvable. No hay por donde asirla.

Es recomendable poner a volar la imaginación y rememorar a Eugenio María de Hostos en sus pleitos con Pedro Francisco Bonó describiendo que imaginó un congreso de próceres muertos, entre los que incluyó a Duarte -siempre el primero- quien lo presidía, junto a Sánchez, Mella, Pina, Pérez, Imbert, Duvergé, Perdomo. A ambos lados estaban Núñez de Cáceres -el primero en la concepción de la idea de independencia- y Sánchez Ramírez – el más torpe en el modo de realizar la independencia.

Apenas se leyó la orden del día, hizo entrada al congreso el general Salcedo, otro prócer muerto, que traía las últimas noticias de la patria… Hay estremecimiento y lamentos en la sala: Era como si las generaciones constructoras y reconstructoras de la patria, pidiendo cuenta de su legado a las generaciones vivas, las maldijeran, escribió Hostos. Por fin, las palabras de Duarte hicieron tornar la calma, al tiempo que señalaban el alto propósito de justicia de aquel cónclave.

A cada generación toca su obra, como toca su labor a cada día. Los de hoy son días de complicada adaptación de medios múltiples al penosísimo fin de civilizarse, y en eso está jadeando y sudando, gimiendo y llorando, la triste generación dominicana.
A esto habría que añadirle, para ser perfecto, que le faltó el espíritu de la mujer. Él no lo sabía, porque desconocía que la razón no tiene sexo.

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