La peor de las soledades es la acompañada. Te sientes incomprendido, atrapado en sentimientos, temores y situaciones donde nadie podría ayudarte aún si les abrieras el alma. Duele mucho, pero el mayor alivio y la majestuosa esperanza se abre paso tras bastidores justo cuando le decimos a Jesús entra a mi vida; experimentamos una descarga indescriptible, descomunal, la cruz se nos desploma cuando él la toma. Él es el amigo que llega donde otros no pueden, que abraza nuestra calamidad y cubre nuestra vergüenza como suya. Él es la brisa en el desierto y el agua fresca que sacia, ¡la cura de nuestras locuras! Cuando su amor te acompaña, lo que antes era indispensable, ahora no lo extrañas, la soledad te relaja y la adversidad no te daña! ¡Invítalo hoy!

Posted in Edición Impresa, Opiniones, Rosas para el alma

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas