Avanzado el 2013, en una reunión del CP del PLD, informé sobre la decisión del sector conservador del continente de llevar el debate político a los tribunales, para judicializarlos, y la de politizar la corrupción. Informaba que esos fueron acuerdos de una reunión celebrada en Atlanta. Que el guión se iniciaría por Brasil con Lula.

El alegato era que las fuerzas progresistas ganaban en las urnas, por lo que se recomendaba que los conservadores buscaran jueces y tribunales para judicializar la actividad política, procesando sus líderes progresistas.

Se empezó por Brasil para llevarse de paro del gobierno a Dilma Rousseff (2011 a 2016), quien gobernaba llevada por el PT y con el apoyo de Lula; Lula fue llevado a los tribunales bajo la incierta prueba de corrupción pasiva.

Posteriormente ante nuestra sugerencia de que el PLD movilizara organizaciones latinoamericanas en apoyo de Lula, fue notorio el bajo interés del Presidente Medina. Su posición marcó el rumbo, pues siendo el Presidente de la República, por razones de Estado, tiene la conducción de la política internacional. Redujo la propuesta a que fuera un discreto gesto de solidaridad por una reducida comisión.

No llegaba a entender la negativa del Presidente Medina, hasta que comprendí que su relación era, no con Lula, sino con Joao Santana y la parte oscura vinculada con Odebrecht, lo que nada tenía que ver con Lula.

En diciembre del 2016, acompañando a Santiago de Cuba al Dr. Leonel Fernández, en las honras fúnebres de Fidel Castro, coincidimos con Lula y Dilma a quienes expresamos el interés en hacer presencia en Brasil para demostrar con otras organizaciones la necesaria solidaridad; los acontecimientos frustraron ese propósito.

Estaba a la vista que contra Lula se hacía lo que en nuestro país se pretendía contra Leonel. La diferencia era que con Lula se seguía un guión de las fuerzas conservadoras, pero contra Leonel era la cúpula de su partido y desde el seno del gobierno supuestamente dirigido por el partido que él presidía.

La negativa de Danilo de apoyar a Lula era que su interés brasileño lo canalizaba Joao Santana hacia Odebrecht. Con Lula estaba Leonel, que además parecían correr la misma suerte.
La diferencia entre Lula y Leonel fue sutil, pero clara; en Brasil Lula era un problema para los grupos conservadores, pero aquí Leonel lo era para un sector de su mismo partido, el cual pretendía perpetuarse en el poder.

Hoy los pueblos de América celebran la libertad de Lula y los líderes progresistas se han expresado en ese sentido. Llama la atención que desde los EEUU, Bernie Sanders, aspirante a la nominación presidencial por el Partido Demócrata dijo el viernes: “Como presidente, Lula ha hecho más que cualquiera para disminuir la pobreza en Brasil y defender a los trabajadores”, y agregó: “Estoy encantado de que haya sido liberado de la cárcel, algo que nunca debió haber sucedido”.

Con Lula se inició un guión de persecución judicial que aquí buscó replicarse contra Leonel, no pudiendo lograrse por tratarse de contextos políticos diferentes. Aunque asomaron a Leonel al borde de la descalificación moral, logrando sólo, en un momento, reducir su posicionamiento.

Lula y Leonel son liderazgos, expresiones de causas e ideas de sus pueblos, que resurgen como Ave Fénix, para hacer valer la libertad.

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