Al dominicano, especialmente al “d’apie”, le encanta expresarse por teléfono con fluida elocuencia, dando detalles de sus acciones, “sabroseando” cada oportunidad de contar. Posee una peculiar forma de expresarse , cuando se comunica, que de alguna forma enumera su propia maraña de leguaje comunicacional limitado y sustituye por expresiones coloquiales simples, muchos de sus pensamientos complejos. La forma hiperbólica de referirse a las cosas, eventos, personas, lugares y acciones, obliga al interlocutor a colocarse en sintonía con el emisor, dejando “en babia” al tercero que escucha. El espionaje telefónico es en nuestra tierra, un deporte activo y no exclusivo de organismos de seguridad del Estado, si no, recurso de políticos, empresarios y conocidos extorsionadores, que, aprovechando esa forma indiscreta del criollo, sacan ventaja de deslices y “lenguas flojas”. Ese afán de expresar, de contar, de compartir, de “vanagloriarse” de lo propio y de lo ajeno, hace vulnerable al dominicano, cuando de “espionaje” se trata. “La cosa”; “llámeme pa’trá”; “no tengo minuto”; “el amigo”; “la cuetión”; “el asunto”; “la vaina”; “la persona”; “la jeba”, la tipa, la mujer”; “lo muchacho”; “el sitio” “voy a bajá pa’lla”; “tírame”, “hacer la diligencia”; “el tipo”, son expresiones comunes que pueden servir para cualquier propósito, al carecer de especificidad y que da lugar a interpretaciones ajustadas a conveniencia de los “especialistas” en escuchas, según convenga y de acuerdo a la línea que se les trace. Dicen de broma que cuando se golpea a un detenido para que “cante”, hay que “volvé a dale, pa’ que se calle”. Eso decían los “calieses” del SIM de Trujillo, expertos en torturas, maltratos y daños psicológicos. No podemos ser terroristas, por no saber guardar secretos, al margen de que ninguno va a volar por los aires por “premios” en el cielo, con tanto material disponible, a mano. “Lo pana tienen que sabelo”. ¡Debe ser contado a todos! y si sazonado con algo de aventura, mejor. “Se lo tengo que contá” a la amiga y ahora con las redes sociales, el “selfi” con los explosivos y el dispositivo para accionarlos en la mano, “pa’subilo”. Sepa usted, amigo o amiga lectora, que al hablar por teléfono, hay muchísimos escuchando, que “interpretaran” lo que usted diga de mil maneras: chisme, cuerno, una admisión de “culpabilidad”; negocio con material ilícito; una confidencia política o una trama para arrancarle la cabeza a algún funcionario o conspiración para un atentado. Entienda que la falta de claridad al hablar, lo acerca al peligro de que su conversación, si autorizada por un juez, sirva para “trancarlo” o si como deporte, estará manifestando al enemigo, planes y propósitos. Si la lengua es el castigo del cuerpo, el teléfono es el mejor instrumento, para flagelarlo. Cuide lo que dice y si lo hace, ponga claro a qué se refiere, para que no interpreten…

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