El Sermón de las Siete Palabras es una tradición que se identifica con las siete frases que Jesús pronunció en la cruz y que fueron recogidas por los evangelistas. Ese es su carácter universal, al cual la Iglesia católica dominicana le da continuidad, aunque con cambios en la forma.

Se trata de una tradición de varios siglos que procura en esencia explicar, a través de un predicador, el significado del sacrificio redentor de Jesucristo. Por eso se celebra el Viernes Santo.

En el caso dominicano, la forma de la tradición ha ido cambiando. Años atrás el Sermón estaba a cargo de un sacerdote, casi siempre con categoría de arzobispo. Ahora también la Iglesia delega la misión en sacerdotes, diáconos y hasta en personas connotadas, pero que no están dentro de las denominaciones de la jerarquía eclesiástica.

Para este recién finalizado Viernes Santo, que es el caso objeto de este comentario, fueron siete sacerdotes y diáconos, quienes centraron mayoritariamente sus reflexiones en el tema de la xenofobia, criticando a quienes los religiosos entienden que profesan ese sentimiento antiextranjero y denunciando a quienes califican de ejercer falso patriotismo.

Las posiciones de la Iglesia católica las fija o establece la Conferencia del Episcopado, en sus cartas episcopales, que tienen fechas para ser emitidas. Por tanto, no puede asimilarse el Sermón de las Siete Palabras como una posición de la Iglesia, en este caso sobre la xenofobia y los falsos nacionalistas.

A lo sumo, se entiende esa posición como una contextualización de siete predicadores que buscan con sus palabras hacer un símil o una reflexión sobre la realidad familiar, económica, política social, cultural del país. Si lograron su objetivo, dependerá incluso de la percepción de cada feligrés que escuchó o leyó el mensaje del Viernes Santo.

Lo cierto es que los sacerdotes y diáconos escogidos esta vez por la Iglesia católica para leer el extracto de los cuatro evangelios de las siete palabras de Cristo agonizante, optaron mayoritariamente por un tema polémico, quizás el más conflictivo y sensible de todos. Por eso las reacciones no se hicieron esperar. Pero el que quiere rosas, no puede ser ajeno a las espinas.

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