Parte II
Cualquier dominicano sensato, patriota, honesto y defensor de los intereses nacionales, sentiría más que vergüenza ante la realidad que afronta el país con el desorden que se registra en la frontera, sobre todo, porque cuando dizque sacan 20 entran 100 haitianos.

A veces somos celosos con los inmigrantes de otras nacionales, muchos de los cuales han visto el relajo y lo fácil que es burlar la vigilancia local a la Seguridad Nacional y se convierten también en indocumentados cuando el tiempo de su visado se vence, pasando muchas veces, a formar filas con los delincuentes.
En este contexto, el mayor problema lo tenemos en la división fronteriza, especialmente en la provincia Pedernales, donde el dinero se ha convertido en visa y pasaporte sin necesidad de llenar los trámites que exigen las leyes del país.

Para llegar de Pedernales a la capital basta con suficiente dinero para distribuirlo en cada parada por lo que casi nunca se les ve presentar documentos con su estatus legal.

Si aborda un autobús público y observa, comprobará que no es un juego, sino un proceso bien ejecutado en connivencia con muchos que pueden estar detrás del gran negocio.

Lo propio pasa con la invasión pacífica. Ya hay sectores en el municipio y en otras localidades, donde el Creole es la lengua oficial, aunque muchos usan el español para sus propósitos. Se han hecho dueños de los principales centros, acuden con autoridad y altanería, incluyendo el denominado Maleconcito, el parque, el mercado y a las puertas de los hogares llegan vendiendo cualquier cosa.

Sectores como Las Mercedes, La 40, el Campo de Aviación uno y dos, hasta la montaña, los haitianos han tomado prácticamente todo, ante la mirada indiferente de nuestras autoridades.

Dominan la construcción, mientras los pedernalenses no encuentran trabajo, por centavos menos ofrecen a hacerlo todo, acentuando el marcado deterioro de la calidad de vida de los criollos. Así obligan a emigrar para ellos tomar el territorio.

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