La Biblia expresa con claridad meridiana en Mateo 12:34 que “de la abundancia del corazón habla la boca”. Esto significa que si tenemos el corazón lleno de odios, de resentimientos y animadversión, las palabras que salgan de nuestras bocas estarán contaminadas de esos funestos sentimientos.

Debemos cuidar nuestros corazones y siempre tenerlos llenos de amor y comprensión para con los demás. Esa es una de las grandes enseñanzas que nos dejó Jesús. La Biblia nos narra que en tiempos del Mesías existían en Israel los llamados escribas y fariseos, quienes tenían el control oficial de la religión y del respeto a las leyes. Ellos, los escribas y fariseos, eran la representación de la autoridad religiosa de entonces, y muchos se preguntan por qué Jesús no se apoyó en ellos para desarrollar su trabajo evangelizador.

Al estudiar la vida de Jesús la respuesta a esa pregunta es simple: Los escribas y los fariseos veían la forma de la fe, la envoltura de la palabra de Dios, y no su contenido, es decir que perdían de vista lo esencial que, como dijo Jesús, es invisible a los ojos humanos. Eso es lo que explica por qué Él usó como discípulos a doce hombres “comunes y corrientes” de Israel, que no tenían títulos religiosos, que no eran parte de la estructura de dominio de Israel, que no eran gente de alcurnia ni de importancia en la sociedad de entonces.

Jesús usó a doce hombres sencillos, pescadores, cobradores de impuestos, trabajadores de la calle, y a ellos los transformó y les dio la honra de convertirse en “pescadores de hombres y transformadores de la humanidad para alcanzar el camino de la vida eterna”.

Hay un pasaje de la Biblia que narra una situación donde muestra claramente el por qué Jesús no tomó a los escribas y fariseos como los soportes de su trabajo en la tierra. En el capítulo 15 del evangelio de Mateo se narra que estando Jesús junto a una multitud de personas que lo aclamaban y tocaban el borde sus vestiduras para buscar sanación, se le acercó un grupo de escribas y fariseos para llamarle la atención porque sus discípulos estaban violando la tradición “pues no se lavan las manos cuando comen el pan” (Mateo 15:2).

Ante eso, Jesús levantó su voz ante la multitud y dijo: “Oid y entended: no es lo que entra a la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre”. (Mateo 15:10-11). Y para ser más preciso le explicó a sus discípulos lo siguiente: “No entendéis que todo lo que entra a la boca va al estómago y luego se elimina?. Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias” (Mateo 15:17-19).

Hay que tener mucho cuidado de lo que sale de nuestros labios en contra de los demás, porque lo que sale de nuestra boca viene directo de nuestros corazones y expresa nuestros verdaderos sentimientos. Nunca siembres odio con tus palabras porque eso es lo que tienes en tu corazón. Llena tu corazón de amor y tu boca estará pletórica de sanidad y de buenos sentimientos. Debemos tener siempre presente que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).

Posted in Edición Impresa, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas