Ariza fundó junto a Germana Quintana el Teatro Las Máscaras. Su primera obra fue Las locas del bingo y recibieron tres nominaciones a Premios Casandra

La vida de Lidia Ariza ha estado marcada de momentos muy especiales. Ella considera que esto se debe a que nació un martes 13, un día que muchos consideran “terrible”, pero que para ella es una fecha maravillosa.

“Hay personas que dicen que los martes y viernes 13 son días espantosos, pero eso es mentira, porque ellos me han demostrado que son extraordinarios, sobre todo si estás preparada profesionalmente”, afirmó la actriz dominicana, quien durante sus estudios en Bellas Artes recibió discriminación por su color de piel, pero sus palabras no afectaron ni la hicieron desistir de sus sueños de convertirse en una gran actriz.

“A veces encontramos personas que creen que porque somos negras no encajamos en algo, pero yo encajé tanto que aquí estoy 25 años después y con una sala de teatro”, expresó Lidia Ariza, quien conversó con elCaribe de los 10 momentos más importantes de su vida.

  1. Niña fantasiosa
    Soy de Villa Juana, vivía en la calle Alonso de Espinoza, esquina Tunti Cáceres, el barrio que aglutina una serie de artistas, de gente de letras como Johnny Ventura, Joselito Mateo… Éramos vecinos y muy cercanos también. De niña era muy fantasiosa, siempre digo que fui como una extraterrestre, me dio por el artitismo. Con mi hermano Julio montaba un escenario en la sala para los demás hermanos, nuestros padres y les avisábamos a sus amigos para que vinieran a vernos. También el patio de mi abuela materna Justina era mi escenario, entre los árboles me ideaba mundos de fantasía, su patio colindaba con el de mi abuela paterna Antonia Ariza, ahí también montábamos escenografías para entretener a la familia. En esos patios me di cuenta de que me gustaba mucho el ballet clásico, pero era muy costoso, mis padres no tenían para comprar tutú, malla, zapatillas de punta, ni nada de eso”.
  2. Contra viento y marea
    Mis primeros estudios fueron en una escuelita de patio, lloraba todos los días porque no quería ir, no me gustaba estudiar. Después pasé a la Escuela República Dominicana donde estudié hasta sexto curso, luego en el Liceo Estados Unidos hice séptimo y octavo. Después pasé al Instituto Salomé Ureña donde realicé el bachillerato, la profesora Miriam Bello impartía clases de ballet, ahí sí incursioné un poco en esa disciplina, pero cuando vi que no daba para eso me inscribí contra viento y marea en la Escuela de Bellas Artes, mientras hacía el bachillerato. Tenía 15 años, ya mi padre había muerto y mi mamá no estaba de acuerdo con que estudiara teatro, decía que un actor no vivía de eso. Aunque ella vio que lo tomé con mucha responsabilidad no me daba ni un chele para el pasaje, me iba a pie desde Villa Juana a Bellas Artes, estudiaba de 3:00 a 6:00 de la tarde, pero siempre me quedaba un rato más para ver los ensayos de la Sinfónica, del ballet, del Coro Nacional, y de todas las instituciones oficiales de arte que estaban dentro del Palacio de Bellas Artes. Eso fue en los años 70. Allá tuve profesores maravillosos como doña Lucía Castillo, tremenda maestra de maestros, Margarita Contín Aybar, Niní Germán, Salvador Pérez Martínez, Marino Hopperman… Creo que tuve de los maestros lo mejor, sin despreciar a los que están en este momento. Ellos me enseñaron la mística real de lo que es un trabajo escénico, el respeto al público, a uno mismo como artista, que aunque te aplaudan, y te sientas grande, lo primero es que uno se debe al público, que hasta que no se cierra el telón, no sabes lo que va a pasar. En la Universidad APEC me gradué de Diseño de Interiores”.
  3. Perseverancia
    Estando en Bellas Artes un profesor me dijo que no iba a llegar a ninguna parte porque era negra. Pero eso no me paró, sus palabras no me afectaron, ni me hizo desistir de mis sueños. Pero hubo una obra de teatro que sí me apenó mucho, tenía como 16 años. Para entonces vino una compañía española a hacer una obra de teatro, éramos como 30 alumnos, a todos los escogieron para hacer personajes muy pequeñitos, cortitos y solo a una muchacha y a mí nos dejaron fuera del elenco. Cuando le pregunté al profesor Jesús porque no nos eligieron, me dijo que la muchacha todavía era muy niña y cuando le pregunté por qué me dejaron a mí, se quedó callado, pero yo sabía que era por mi color de piel. Después entré al Grupo Calíope, que fue más que la escuela para mí, salíamos de gira por todo el país, eso me fue dando toda la destreza para representar personajes con mayor responsabilidad, encontré mucha gente que me ayudó, Lucía Castillo fue mi mamá dentro de la escuela de teatro hasta el día de hoy. A veces encontramos personas que creen que porque somos negras no encajamos en algo, pero yo encajé tanto que aquí estoy 25 años después y con una sala de teatro”.
  4. Experiencia maravillosa
    Mi primer viaje fue con Calíope fue a Montecristi, fuimos a hacer una función, recuerdo que llegué con una migraña terrible, pero una monjita del lugar me dio un medicamento y me mejoré. Cuando terminamos la función, esa misma noche nos fuimos para Dajabón, teníamos función al día siguiente en la tarde, cuando terminamos arrancamos de una vez para la capital. El viaje duró como 10 horas, las carreteras no eran como las de hoy en día, pero fue una experiencia maravillosa, aprendí muchísimo. Con el grupo conocí casi todo el país, íbamos a las provincias sobre todo en las fiestas patronales, Calíope fue una tremenda escuela para mí hasta que Germana Quintana llegó al país desde España, iba a montar la obra Agnus Dei y la actriz a la que le había asignado el papel no pudo hacerlo, entonces Liliana Díaz me recomendó, para entonces estaba recién parida. Cuando Germana fue a visitarme, me dijo que aunque la obra no se iba a montar de una vez, tenía que adelgazar porque estaba muy gordita y el papel era para representar era una anoréxica. Fue un montaje maravilloso, tuvimos tres nominaciones para el Casandra, yo como actriz, Germana como directora y la obra como producción”.
  5. Sus padres
    Mi papá, Federico Ariza era un hombre que disfrutaba la vida, para él vivir ya era una gratitud. Lamentablemente murió muy joven de un infarto, yo era preadolescente en ese momento, nos dolió mucho, él era como un equilibrio entre la disciplina y el amor. Pero mi mamá Rosa Medrano de alguna manera, con sus herramientas nos supo guiar.

    Siempre decía aunque no tenemos los recursos económicos, podíamos hacer un día de regalos entre una vez al año, que aunque quedamos sin papá todos íbamos a estar juntos y lo instituyó hasta casi antes de morir hace un año. Aunque hubo años que no pudo porque estaba enfermita, lo instituimos con los hermanos, los sobrinos, los sobrinos nietos en su memoria, porque ella supo mantener la unión entre nosotros”.
  6. Día glorioso
    Una vez tuvimos que hacer una función con una sola persona, hicimos la obra Las locas del bingo, en ella se necesitan por lo menos siete. Ese día solo había un hombre que vino de Moca a verla y la hicimos para él. Después de unos días, ese hombre nos mandó una guagua llena de gente desde Moca, esas son las cosas maravillosas que hemos podido tener en el teatro, personas que vienen a ver una obra, cuyo tema les toca muy de cerca. Abrir este espacio para mí y para Germana es como cuando te nace un hijo. Un momento inolvidable fue el día que pagamos la última cuota del banco, siempre decíamos que ese día íbamos a festejar y definitivamente nos fuimos. Ese día fue glorioso”.
  7. Matrimonio
    Me casé en el 76, mi esposo era Servio Uribe, fue mi maestro en Bellas Artes y también director de Calíope. Procreamos cuatro hijos, la mayor falleció antes de nacer. Tenemos una hembra y dos varones. Mis hijos son maravillosos, el mayor de los varones es ingeniero electrónico, trabaja en Oregón, tiene dos hijas. El segundo incursionó un poco en el arte, más en tramoya y todo el montaje. Estudió Mercadeo, tiene una empresa de importación de puros, trabajó en cine cuando vivía en Bulgaria. Mi hija Yarimar es la administradora del teatro, es un cuchillo, tacaña para aprobar el presupuesto. También es artista, perteneció al Coro de Marianela Sánchez y en teatro ha trabajado mucho con su papá”.
  8. Momentos de calidad
    Cuando mis hijos eran pequeños, Germana y yo dábamos clases en Arroyo Hondo, formamos el grupo de teatro, ella de adultos y yo de niños, eso fue por los años 80. Muchas veces cuando tenía función me llevaba a mis hijos, pero no tenía carro, a veces nos íbamos en taxi pero de regreso no tenía para pagar otro taxi. Recuerdo que les decía vámonos por la selva, veníamos caminando por las calles, los perros eran los leones, las panteras, los gatos eran los animales de la selva y haciéndoles cuento llegábamos hasta la Kennedy y de esa forma no sentían el cansancio de tanto caminar. De ahí cogíamos un transporte y llegábamos tranquilos a la casa en Gazcue. Cuando me divorcié tuve que asumir la responsabilidad de la manutención en gran parte de ellos, trabajaba en RTVD, en Teleantillas o grabando algún comercial, eso me demandaba mucho tiempo que les quitaba a ellos, por eso cuando estábamos juntos trataba de que ese momento fuera mágico, lo disfrazaba de mucha fantasía para que fuera más llevadero y nos sintiéramos más cerca emocionalmente”.
  9. Tina y Tino
    Germana y yo teníamos el programa infantil Tina y Tino que se transmitía por RTVD, grabábamos dos veces a la semana. Estaba Tancredo Tavares, nosotras como presentadoras, Andreina Jiménez y Fernando Falk, hijo de Germana hacían de payasos. Un día, grabando el programa, las presentadoras de noticias en RTVD no fueron, parece que hubo un pleito entre ellas y decidieron que ninguna de las dos iba a salir al aire, entonces don Bosco Guerrero me llamó a su oficina y me preguntó si yo podía hacerlo. Un poco asustada le dije que sí. Recuerdo que la maquillista me prestó ropa, no estaba vestida para un noticiero, a César Pichardo le dije agárrame la mano, porque siento que me voy a caer de la silla del miedo, pero fue un momento muy especial, pude hacerlo. En ese momento no había teleprompter, sino que todo estaba en papel. Sabía leer bien, venía de hacer teatro. César fue un compañero maravilloso. De ahí salté a Teleantillas”.
  10. Momentos especiales
    Mi vida ha estado marcada de momentos muy especiales. Un día Germana y yo fuimos a Teleantillas a presentar una miniserie que ella tenía escrita para ver si la podíamos filmar allá. El director de entonces me dijo que estaban formando un grupo para unos boletines informativos y quería que participara. Cuando le dije que sí, me envió al departamento de Prensa, hicimos una prueba y me quedé. Se llamaba Servicio Informativo Teleantillas, con Norma Santana a la cabeza. Después, cuando Juan Bolívar Díaz junto con Luis Concepción y un equipo iba hacer el programa Uno + Uno me propusieron ser parte del staff de lectores de noticias. En Teleantillas permanecí por 17 años hasta que decidí que ya era el tiempo de cerrar ese capítulo. Fueron momentos maravillosos porque el equipo que me tocó fue primerísima calidad, gentes que han hecho historia como Ana Mitila Lora, Altagracita Paulino, Moisés Blanco Genao, entro otros tantos que fueron maestros de maestros en su momento. Con Pedro Julio Santana estuve leyendo, pero en la noche”.
Germana Quintana y Lidia Ariza.

Teatro Las Máscaras

Un día Germana y yo estábamos en un bar tomándonos una copa y ahí nos planteamos tener un espacio, alquilamos una casa, eso fue en el 2000 y fundamos el Teatro Las Máscaras, con la ayuda de tantísima gente. Niní Cáffaro, que en ese momento estaba en la Cervecería Nacional Dominicana nos proporcionó las sillas, Ferretería Beato nos dio la pintura y la madera, otras personas de nos dieron las telas para las cortinas y junto a amigos pintamos el espacio. Empezamos primero como escuela con unos niños del colegio de mi hermana Siglo 21 a montar la primera obra, Germana siempre dijo que este sería un espacio donde el público se sienta parte de él. La primera obra que montamos fue “Las locas del bingo”, en ella el público jugaba, les entregábamos un cartón y maíz para anotar, los premios eran una tacita de café, una pasta de jabón, entre otras chucherías. Un día una señora al ver que no ganaba, le dijo a Josema Rodríguez que era el que cantaba los números, que si no la hacía ganar le pondría la silla de sombrero. Al ver esto, él miró los números que ella tenía y se los cantó para que se ganara una pasta de jabón y esa señora se sintió feliz. La gente se sentía tan compenetrada con la función, que hacía lo que fuera para ganar”.

Actuación
Con mi hermano Julio montaba un escenario en la sala de la casa y hacíamos nuestra presentación para nuestros familiares y amigos”.

Estudios
En el Instituto Salomé Ureña hice el bachillerato, allí la profesora Miriam Bello impartía clases de ballet, donde incursioné por un tiempo”.

Amor de madre
Cuando estaba con mis hijos trataba de que ese momento fuera mágico, más llevadero y nos sintiéramos más cerca emocionalmente”.

Dolor
Mi papá era un hombre que disfrutaba la vida, para él vivir ya era una gratitud. Lamentablemente murió muy joven, yo era preadolescente”.

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