Introducción

Ahora en la República Dominicana está sobre el tapete la figura del Nuncio Lino Zanini, por su participación hace 60 años frente a la tiranía de Trujillo y se ha popularizado con la publicación del libro de Benjamín Rodríguez Carpio dedicado a él, el cual ha tenido varias presentaciones en el país y se hará en el futuro en otras naciones.

Me parece interesante y oportuno difundir el decálogo para los Nuncios del Papa Francisco. Lo haremos en dos entregas. En verdad, estos 10 criterios van dirigidos a los Nuncios, pero valen para cualquier persona. Esta es la segunda entrega.

6- El nuncio es un hombre de iniciativa.
“Es necesario tener y desarrollar la capacidad y la agilidad para promover o adoptar una conducta adecuada a las necesidades del momento sin caer nunca en la rigidez mental, espiritual y humana, o en la flexibilidad hipócrita y camaleónica. No se trata de ser oportunista, sino de saber cómo pasar de la ideación a la implementación teniendo en cuenta el bien común y la lealtad al mandato. El hombre de iniciativa es una persona positivamente curiosa, llena de dinamismo y de intrepidez; una persona creativa y dotada de valor, que no se deja vencer por el pánico en situaciones no previsibles, sino que sabe, con serenidad, intuición y fantasía, tratar de darles la vuelta y gestionarlas de forma positiva.

El hombre de iniciativa es un maestro que sabe enseñar a los demás cómo acercarse a la realidad para tratar de no dejarse arrollar por las pequeñas y grandes sorpresas que nos reserva. Es una persona que serena con su positividad a aquellos que atraviesan las tormentas de la vida.

Siendo ante todo un obispo, un pastor que, incluso viviendo entre los sucesos del mundo, está llamado diariamente a dar prueba de poder y de querer “estar en el mundo pero no ser del mundo” (cf. Jn 17,14), el nuncio, de forma intuitiva, debe saber reorganizar la información general/en su conjunto y encontrar las palabras justas para ayudar a las personas que se dirigen a él para encontrar consejo, con la sencillez de las palomas y la astucia de las serpientes (cf. Mt 16,16)”.

7- El nuncio es un hombre de obediencia.
“La virtud de la obediencia es inseparable de la libertad, porque solo en libertad podemos obedecer realmente, y solo obedeciendo el Evangelio podemos entrar en la plenitud de la libertad. La llamada del cristiano, y en este contexto, la del nuncio a la obediencia es la llamada a seguir el estilo de vida de Jesús de Nazaret. La vida de Jesús, basada en la apertura y la obediencia a Dios, que Él llama Padre. Aquí podemos comprender y vivir el gran mandamiento de la obediencia liberadora: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29). la obediencia a Dios no se separa de la obediencia a la Iglesia y a los Superiores.

Nos ayuda de nuevo san Maximiliano María Kolbe, que en esa misma letra escribió: «La obediencia, y ella misma sola, es aquella que nos manifiesta con certeza la voluntad divina. Es cierto que el superior puede equivocarse, pero quien obedece no se equivoca […]. A través de la vía de la obediencia nosotros superamos los límites de nuestra pequeñez y nos conformamos a la voluntad divina que nos guía para actuar correctamente con su infinita sabiduría y prudencia. Adhiriéndose a esta divina voluntad, a la que ninguna criatura puede resistirse, nos hacemos más fuertes que todos.

Un nuncio que no vive la virtud de la obediencia —también cuando resulta difícil y contrario a la propia visión personal— es como un viajero que pierde la brújula, arriesgándose así a fracasar en el objetivo. Recordemos siempre el dicho “Medice, cura te ipsum”. Es contra-testimonio llamar a los demás a la obediencia y desobedecer”.

8- El nuncio es un hombre de oración.
“Aquí me parece importante recordar una vez más las palabras insuperables con las que san Giovanni Battista Montini, como Sustituto de la Secretaría de Estado, describió la figura del representante pontificio: «Es la de alguien que verdaderamente tiene la conciencia de llevar a Cristo con él» (abril de 1951), como el bien precioso para comunicar, anunciar, representar. Los bienes, las perspectivas de este mundo terminan siendo decepcionantes, empujan a no estar nunca satisfechos. El Señor es el bien que no defrauda, el único que no defrauda. Y esto requiere un desapego de uno mismo que solo se puede lograr con una relación constante con el Señor y la unificación de la vida en torno a Cristo.

Y esto se llama familiaridad con Jesús. La familiaridad con Jesucristo debe ser el alimento cotidiano del representante pontificio, porque es el alimento que nace de la memoria del primer encuentro con Él y porque constituye también la expresión cotidiana de fidelidad a su llamada.

Recordemos a los Apóstoles y a Pedro que dice: «No parece bien que nosotros abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra» (Hch 6, 1-6). La primera tarea de todo obispo es, por lo tanto, la de dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra.

El nuncio —y todos nosotros— sin una vida de oración, corre el riesgo de devaluar todos los requisitos antes mencionados. Sin la oración nos convertimos en simples funcionarios, siempre descontentos y frustrados. La vida de oración es esa luz que ilumina todo lo demás y toda la obra del nuncio y de su misión”.

9- El nuncio es un hombre de caridad operosa.
“Aquí es necesario reiterar que la oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad que se hace compartición la prueba de su autenticidad evangélica. Y esta forma de vida produce alegría y serenidad espiritual, porque se toca con la mano la carne de Cristo. Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía.

El nuncio, teniendo la tarea de interpretar «la solicitud del Romano Pontífice por el bien del país en el que se ejercita su misión; en particular debe interesarse con celo por los problemas de la paz, del progreso y de la colaboración de los pueblos, en vista del bien espiritual, moral y material de toda la familia humana». La obra del nuncio no se debe nunca limitar a llevar a cabo prácticas que, aunque siendo importante, no puedan hacer su misión fecunda y fructuosa; por eso, el nuncio debe gastarse en las obras de caridad, especialmente hacia los pobres y los marginados: solo así podrá realizar plenamente su misión y su ser padre y pastor. La caridad también es gratuita, y es por eso que me gustaría hablar de un peligro permanente, el peligro de las regalías.

¡Ningún regalo de cualquier valor debe nunca volvernos esclavos! Rechazad los regalos que son demasiado caros y con frecuencia inútiles o dirigidlos a la caridad, y recordad que recibir un regalo costoso nunca justifica su uso”.

10- El nuncio es hombre de humildad.

“Me gustaría concluir este manual con la virtud de la humildad, citando las “Letanías de la humildad” del Cardenal Rafael Merry del Val (1865-1930), Secretario de Estado y colaborador de san Pío X, un antiguo colega vuestro:

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor.
Del deseo de ser honrado, líbrame, Señor.
Del deseo de ser aplaudido, líbrame, Señor.
Del deseo de ser preferido a otros, líbrame, Señor.
Del deseo de ser consultado, líbrame, Señor.
Del deseo de ser aceptado, líbrame, Señor.
Del temor a ser humillado, líbrame, Señor.
Del temor a ser despreciado, líbrame, Señor.
Del temor a ser reprendido, líbrame, Señor.
Del temor a ser calumniado, líbrame, Señor.
Del temor a ser olvidado, líbrame, Señor.
Del temor a ser ridiculizado, líbrame, Señor.
Del temor a ser injuriado, líbrame, Señor.
Del temor a ser rechazado, líbrame, Señor.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros sean más amados que yo.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros sean más estimados que yo.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros sean alabados y de mí no se haga caso.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil.

Concédeme, Señor, el deseo de que otros sean preferidos a mí en todo.

Concédeme, Señor, el deseo de que los demás sean más santos que yo, con tal de que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo”.

Conclusión
CERTIFICO que el “Decálogo para los Nuncios” del Santo Padre Francisco lo he transcrito y publicado literalmente.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cinco (5) días del mes de febrero del año del Señor dos mil veinte (2020).

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