Para denominar a todo lo que ha seguido después del Vanguardismo -último de los siete grandes movimientos de la cultura occidental- y a falta de un término definitorio más convincente, se usa el vocablo ‘Postmodernismo’ desarrollado por Francois Lyotard en el ensayo ‘La condition posmoderne’ que el pensador francés publicó en los años setenta de la centuria pasada. En un artículo próximo lo trataré a fondo en relación con su precedente directo ‘La condition humaine’, 1933, de André Malraux.

Cuando he tenido la oportunidad proclamé y continúo pregonando la importancia de comprender el orden sucesivo de aquellas grandes etapas en su esquema cronológico, en mi caso a fin de presentarlo de la forma más coherente posible ante mis alumnos universitarios para la asignatura ‘Historia de la Literatura Universal’. De principio debo reafirmar la relevancia del número ‘siete’ en nuestra cultura, su conexión con el cumplimiento de etapas perfectamente identificables y con los conceptos ‘Acabado’, ‘Fin’, y ‘Perfección’. Diré además que lo mismo pasa con ese número y las artes.

A la mayoría de los lectores les resultará de escasa dificultad identificar al cine como el llamado ‘séptimo arte’. No suele ser tan fácil empero nombrar con certeza cuáles son cada una de las seis restantes, las que denomino ‘seis artes básicas’.

Hace poco tuve la oportunidad de conocer en el marco de una actividad virtual interacadémica al escritor español José María Paz Gago, de la Universidad de la Coruña. Llama la atención entre sus últimos libros el publicado como ‘El octavo arte. La moda en la sociedad contemporánea’. Por el título se asume una tácita aceptación de parte del escritor de lo que anteriormente he afirmado y que es de uso común, es decir, la existencia de otras siete artes y la dificultad de dar asertivamente con el listado de las restantes. De hecho, uno de los más conocidos estudios de Paz Gago aborda justamente el séptimo arte: ‘Cien años de cine. Historia, teoría y análisis del texto fílmico’.

El tema de tan interesante libro impulsó este artículo para compartir mi propia reflexión como profesora de cultura de occidente. Se trata de un conjunto de seis ‘artes básicas’ inherentes al ser humano y desde las cuales se deriva toda otra actividad estética. Incluido el académico gallego, hasta ahora nunca me he encontrado con autor alguno que nos ofrezca una lista certera de las restantes artes que hacen al Cine el ‘séptimo’. A continuación mi propuesta.

Señalemos por ejemplo la ‘pintura’, arte básica de la cual se desprende principalmente la fotografía. O bien del arte básica ‘Escultura’, actividad por la que el ser humano da forma creativa a materiales naturales tangibles –o crea nuevas a partir de ellos-. Como fuente primaria que es, desde la ‘escultura’ se abren paso otras actividades de creación y gozo como la arquitectura, que no es más que la escultura añadidos longitud y volumen: tres elementos que unidos hacen posible la aparición de los edificios no importa cuán altos o anchos éstos sean.

Ahora bien, las seis ‘artes básicas’ poseen una esencia única y al mismo tiempo irrepetible, interactuante pero insustituible, y por supuesto han contado a través del tiempo con sus correspondientes, oportunos y ajustados teóricos- preceptistas en el intento por explicar los atributos distintivos que conciernen a cada una y al fenómeno ‘arte’ en general. En diferentes épocas se ha hecho evidente la validez de marcados aportes a tan legítima reflexión, mismos que han quedado ya establecidos como guías seguras en el eterno afán de comprensión última sobre el tema.

En medio de cada uno de siete grandes movimientos culturales que tuvieron lugar en el mundo occidental a partir de la Edad Media, con sus respectivas disquisiciones filosóficas, se erguía, triunfante y en arrebatadora presencia, el Arte. Magníficas etapas definitorias una tras otra se desplegaron en continuos dicotomía y avance de afirmación/negación respecto a las huellas grecolatinas, y cada una en franca reacción frente a los excesos de la anterior: Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo Ilustrado, Romanticismo, Realismo, Parnasianismo —del cual derivó la vertiente simbolista francesa la que a su vez dio paso al Modernismo hispano y sudamericano—; y por último el gran y definitorio movimiento de las vanguardias.

Por un lado, las corrientes mencionadas —y sus ramificaciones— implicaron plataformas ideológicas sustentadas por las teorías de pensadores que los impulsaban; implicaron además una escritura discursiva que construía y aseguraba en el papel su permanencia y difusión; y por supuesto un público que se sumaba a la apreciación o al rechazo. Por otra parte, aquellos extraordinarios periodos forjaron pasos progresivos con relación a lo que dejaban atrás. Durante este camino de la Historia en ocasiones se han alzado voces escépticas con poder para sembrar pesimismo y negatividad que calan fácilmente aún hoy sobre los espíritus menos fortalecidos en discernimiento, tal a quienes llamó Paul Ricoeur los ‘’filósofos de la sospecha’’: Marx, Freud, Nietzsche. En fin, todo aquello conquistado, transformado o novedoso tanto en arte, técnica o pensamiento, significaba oportunidades en nuestra evolución como colectividad, y como individuos. Se trataba de lo que hemos llamado “modernidad’’ o “progreso’’. ¿Hacia dónde? Es una reflexión que corresponde a cada uno.

El cúmulo de las miradas sobre el concepto ‘Arte’ forma la disciplina de estudio denominada ‘estética’. Hegel, el último de los filósofos precontemporáneos estableció la belleza como esencia de la Estética, a la verdad como esencia de la filosofía y la bondad como esencia de la religión. Miradas, en fin, diversas, que aún enriquecidas y enriquecedoras no han producido una definición que satisfaga completamente la inmensa curiosidad humana… que nos desborda.

El teatro,por ejemplo -una de las ‘seis artes básicas’- ha contado con importantes definiciones aproximadas vertidas en escritos afanosamente conservados y desde siempre consultados: desde la “Poética’’ (344aC) de Aristóteles, a ‘’L’essence du théatre’’ (1943) de Henry Gouhier. Lo cierto es que a partir del arte dramático hemos consumado risas y lágrimas a través de la Historia. Y seguirá siendo así: el histrionismo es una capacidad tan esencial a nuestro cuerpo que le basta un guiño para manifestarse con esplendidez.

En conclusión, seis ‘artes básicas’ que junto a los materiales de la naturaleza son las herramientas que nos han sido dadas en una invitación implícita a crear y llevar a término la propia imaginación para el disfrute pleno de la vida: Pintura y escultura, música y baile, teatro y literatura – o ‘poesía’ vertida en letras desde hace apenas cinco mil años-. Finalmente el cine es arte de síntesis.

Alejadas de la gratitud las artes constituyen para algunos y, paradógicamente, limitaciones. Tal sentimiento provoca desasosiego y en demasiadas ocasiones, yerma rebeldía. En este punto es de notar que la aparición de la escritura, entre los Sumerios, marca la documentación de los hechos, ideas y sentimientos de los seres humanos; no así su historia, la que al igual que cada arte básico nace con nosotros. La documentación sobre el teatro inicia con los griegos, no así el teatro, que es inherente a nuestra naturaleza. Lo mismo el arte de la palabra o ‘poesía’, que primero fue oral.

Por otro lado nos atrae la intuición de un linaje extra humano, del todo siempre inexplicable. Sea cual fuere el rol que nos corresponda jugar ante cualquier manifestación artística – como simple espectador, crítico, o creador- constituyen las ‘artes básicas’ un patrimonio inherente que nos compete como parte de un maravilloso ‘DH’, Diseño Humano. //

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