De forma presencial tras la pandemia, el foro de Davos comenzó esta semana en Suiza bajo el lema “Cooperación en un mundo fragmentado.” En esta ocasión reúne más de 2,700 líderes de gobierno, empresarios y representantes de la sociedad civil en un número récord que superó los registros anteriores. Davos 2023 se presenta como una plataforma para dialogar sobre soluciones para un presente complicado que necesita, cada vez más, de la colaboración de todos frente a los graves y apremiantes desafíos que afrontamos. La preocupante crisis climática que padecemos, la impostergable transición energética, la galopante inflación energética y alimentaria y los riesgos geopolíticos que amenazan la vida de cientos de millones personas encontrarán en estos días un espacio de discusión, pues el tamaño de los desafíos requiere de una acción concertada y audaz.

Uno de sus organizadores afirmó en la inauguración que recorremos el camino de una desglobalización y que debemos enfrentar una reforma económica de manera sistémica, profunda y estructural porque estamos construyendo una economía de la “bloquización”. El balance de la globalización vivida en el último medio siglo ha tenido un aspecto positivo y es que sacó de la pobreza a miles de millones de personas, aunque el modelo fracasó a la hora de nivelar el terreno porque desde mediados de los años noventa de toda la riqueza generada, el 1 % se embolsilló la tercera parte, motivo por el que el foro discute y cuestiona el paradigma actual. Por ejemplo, Estados Unidos lo hace con dinero y mucha financiación y esto inició con él lema “América primero” del expresidente Trump, que transmutó ahora con los demócratas en política económica. El gobierno de Biden ha gastado 500 mil millones de dólares para atraer compañías de energía verdes, coches eléctricos y semiconductores a las cuales subvenciona con dinero público para que se localicen en su territorio. Desde 2020, destruyendo el paradigma del libre mercado, el Estado y sus contribuyentes gastaron 1,1 billones de dólares en subsidios empresariales. El presidente Biden lo presenta, afirmando que crea nuevas reglas para el comercio mundial que equilibren el tablero internacional, en clara alusión al rol que desempeña la economía China actual y para que, supuestamente, los beneficios de la globalización se repartan de manera general. Por tanto, EE. UU. con las políticas de Trump y ahora con el dinero de Biden está enterrando el paradigma de la globalización, interviniendo y regulando el mercado con dinero público.

El segundo protagonista es China, que en su disputa tecnológica y económica con EE. UU. y con su política de opacidad que mantiene y el recelo que levanta, está dando lugar a tres nuevas formas de intervención política. En primer lugar, la repatriación de fábricas y renacionalización de industrias aplicadas en estos meses por Francia y Alemania en Europa. En segundo lugar, la regionalización comercial, es decir el establecimiento de bloques mediante la vuelta del proteccionismo y la fijación de aranceles; ejemplo de ello, Indonesia ha prohibido la exportación del níquel a los países del cono sur Argentina, Chile y Bolivia que han creado un cartel sobres sus minas de litio, algo así como una OPEP de este mineral. Y, por último, subsidios para que las empresas se instalen en sus territorios y lo están haciendo además de EEUU, India que pagará el 50 % del coste de las industrias que vayan a ese país y Corea del Sur, que aplicó rebajas de impuestos generalizadas a sus empresas para protegerlas de este contexto.

Por tanto, EEUU y China, desde posiciones ideológicas intervencionistas se han vuelto los motores de la regionalización y repatriación iniciando una puja para que las empresas se instalen en sus regiones, situación que resquebraja definitivamente la globalización o más bien, ha causado una desglobalización, una fragmentación que tiene un severo coste económico como afirma con preocupación el Fondo Monetario Internacional. La entidad ha puesto cifras a este panorama sugiriendo que esto tendrá un costo muy alto y que si la fragmentación se consolida y profundiza equivaldrá a 7 puntos de PIB mundial, verbigracia eliminar el equivalente de las economías de Alemania y Japón juntas. Y si a ello se suma la posible creación de dos bloques tecnológicos, el impacto podría ser el doble, con la consecuente caída de los flujos de capital y de cooperación internacional, diagnosticando además que el impacto de la fragmentación no se dará de forma homogénea, sino que volverán a ser de nuevo los pobres los más afectados, porque todo derivará a tener que pagar precios más altos.

Ahora nos preguntamos si Davos y sus élites neoliberales, ahora intervencionistas, declararán esta semana el fin de la globalización y la aparición de un nuevo paradigma, aunque quizás no tanto porque hay cosas que ya no podemos reversar, pero sí parece que se consolida la idea de un poco decoroso sálvese quien pueda a nivel económico con la actitud cada vez más agresiva de EEUU con respecto a salvar sus empresas y que empieza a tener respuesta de otros grandes bloques. Ahora bien, lo que si tenemos claro por la historia es que, desde la creación de los mercados únicos, las ayudas de Estado son muy peligrosas; quien tiene más fondo fiscal termina siendo el más competitivo y evidentemente en esto China y Estados Unidos superan al resto y que los países más endeudados serán los que más sufrirán. Por tanto, la guerra de economías estatalizadas perjudicará a todos, pues el costo de repatriar empresas perjudicará inflacionariamente a los consumidores.

Para finalizar, en Davos se confirma que estamos frente al fin de una era, que es necesario reconocer, ha sido importante para reducir la pobreza mundial gracias a la integración, el comercio y la cooperación sin duda alguna, pero su enorme demérito es también el desproporcionado aumento de la desigualdad e inestabilidad geopolítica y ambiental, que con seguridad nos ha conducido a un presente más que preocupante.


“Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.

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