Al Padre Meriño le ayudó a gobernar sus dos años de calvario su amistad con Ulises Heureaux

Esto no es un tratado y un manual menos. Es una reflexión sobre valores y necesidades humanas para destacar la importancia de la amistad como enlace social y estímulo del ser humano. Una llamada es más que un bálsamo en una situación de vulnerabilidad. Es, al mismo tiempo, un agradecimiento a quienes me aprecian y me lo han manifestado.

Gracias a la amistad, confianzas y coincidencias en un grande y hermoso proyecto, los Trinitarios forjaron el país en que vivimos.
Esas características de amistad que conforman nuestra identidad son particulares por los elementos de sus orígenes.

La bondad del africano del este de aquel continente pudo más que los ladrones que trajo Colón para darnos esa alegría dentro de las peores calamidades. Con los Restauradores se agregó el sentido patriótico y la responsabilidad histórica, salvo la excepción de los complejos e ínfulas de grandeza personal de los que Gaspar Polanco fue la máxima expresión, la mancha de ese hermoso acontecimiento.

La gran amistad del Padre Meriño con Ulises Heureaux le ayudó a gobernar durante sus dos años de calvario contra los manigüeros que hacían de la zozobra un hábito. Gracias a la entereza y prestigio de una de las figuras de la Restauración de mayor valor, seriedad y confianza, pudo Meriño gobernar y aplicar la terrible Ley Fernando que autorizaba fusilamientos sin juicio con tan solo posesión de armas de fuego.

Una vez Heureaux en la Presidencia, Meriño hizo lo mismo, lo apoyó incondicionalmente, como hacen los amigos. Los historiadores no se lo perdonarían como tampoco le absolvieron el pecado de la ayuda a los mambises de Antonio Maceo y José Martí para liberarse de España. Sus esfuerzos por modernizar el país se borraron por la negritud de la que se sentía orgulloso sin altanería.

Pero también, en el hospital, muy enfermo, más que en un velorio, se conocen los amigos, esa categoría social en vía de desaparición. Es una vieja fórmula que se repite en muletilla. Pero el concepto de amistad va más allá del cumplido de una visita en un momento en que se cree te vas para siempre. Sería complicado resumirlo con las palabras de Freud o de Erich Fromm en su libro El arte de amar, porque es un estudio profundo y científico que rebela traumas que emergen desde la niñez.

La amistad es el hermano que no tuviste y en el que puedes confiar en TODO, en las buenas y en las malas, como sentencia el cura en el acto nupcial.

En la amistad no hay temor a la crítica en ambas direcciones. Existe una coincidencia de principios que se comparten sin que sea total necesariamente, pero los une el amor y la alegría. Nunca un amigo actúa por cumplido, por allante o alarde.

En la historia de la humanidad no sobran grandes ejemplos, aunque de seguro muchísimos se perdieron en túneles y laberintos que no tuvieron el tiempo de ser registrados. Primó la traición del mejor amigo al acecho.

La amistad se cultiva igual que el amor en un intercambio desinteresado de admiración y respeto mutuos y fructifica en la medida en que se retroalimenta. Ver un amigo es recibir siempre la alegría de quien uno aprecia.

¿Cómo saber cuando “un amigo” no es un amigo? No hay ni puede haber reglas, porque la amistad tiene características
diferentes de persona a persona.

Una amistad tóxica es una relación que se da cuando una de los dos ejerce una influencia negativa en el otro y este no se da cuenta. Pero la toxicidad se puede dar en una dependencia emocional donde uno le llene la cabeza al otro de pesadumbres y problemas. El amigo no puede ser solo un paño de lágrimas ni una queja repetitiva y eterna.

La tolerancia, en cuestiones que no son de fondo, salva una amistad. Pero dos amigos no están para tolerarse porque ello significa aceptar elementos contrarios a sus creencias y principios. El que es amigo porque tolera está en el camino errado y la amistad es falsa. Que me toleren significa que aceptan mis propuestas a ciegas y que el otro no las asume.

Es muy diferente tener un grado de tolerancia general para evitar conflictos puntuales en cualquier otro escenario. La tolerancia es enemiga de la crítica. Esta nos hace crecer, nos hace mejores seres humanos. La tolerancia te perdona los errores que seguirás cometiendo sin avanzar hasta reducirte a la petitesse d’esprit.

La amistad, es un ejemplo, entre el Che y Fidel fue clave para llevar a cabo el proyecto de hacer otra Cuba. Gracias a la amistad y confianza total lo lograron, a su manera.

Mario Benedetti define al amigo como “alguien que te ayuda a cargar el cadáver sin preguntarte nada”.

A un amigo no se le dice que sí, en un compromiso y al día siguiente se sorprende haciendo lo contrario. Lo correcto
es decir que no con la sinceridad del desacuerdo o discutir las posibilidades. Los amigos no tienen que estar de acuerdo cien por ciento, pero si aceptas algo es por pura voluntad porque el amigo no puede obligar a nadie. Lo contrario es traicionar la confianza y por ende la amistad.

Karl Marx y Friedrich Engels lograron desarrollar elementos críticos sociales, económicos y filosóficos porque los dos tenían una sólida formación y tenían intereses investigativos para hacer avanzar el pensamiento social universal lo que es clave para el desarrollo humano. Ninguno ocultaba sus razonamientos, ninguno sintió que era sombra del otro, porque eran hombres llenos de sinceridad, amor y respeto. Tanto la obra de uno como la del otro se complementaron en el tiempo.

La pareja que no tiene como base la amistad no tienen la seguridad de solidificar su amor. Habrá tolerancia de quien dependa económicamente del otro. El falso amigo se compara con el otro buscando sus méritos como por ósmosis, pretende brillar con el prestigio del otro.

Entre padre e hijo, aparte del cariño ganado con amor y atención, debe cultivarse un alto grado de la amistad con un respeto ganado en discusiones amenas, críticas constantes y ausencia de autoritarismo que provoca odio, rupturas y comportamientos contrario, pa’ joder y joderse.

Una fórmula es abrirse a conocerse, pero sin forzar nada. En esos primeros momentos se destapa la humildad, la sinceridad o la arrogancia y las pretensiones que van a definir la unión o la desunión.

No se puede uno autoproclamar amistoso o amigo de nadie, la amistad, como el amor, da pasos iniciales. La química de la gente hará que la mezcla se convierta en una buena fórmula en la media que ambas partes se acerquen espontáneamente.

No puedes confundir tu amistad sincera con la duda de la del otro porque puedes ser que tú seas amigo de alguien pero que el otro no sea amigo tuyo.

En una frase, en un escrito de Luis Beiro, cita un epigrama que dice:

Yo soy amigo tuyo.
Tú no eres amigo de nadie,
solo de ti mismo.
Eso es lo único que nos une.

En realidad, esta es la base para tener gente conocida, pero no amigos. Hoy los amigos virtuales llueven gracias al “Feibú”, una amistad más de espionaje que del corazón.

Las oraciones religiosas quizás no sanan tanto como “el culito de rana”, pero nos tocan el alma cuando son sinceras y no cantaléticas por el respeto a las creencias de los demás.

En una amistad no cabe ni la competencia ni la envidia. La alegría espontánea por el éxito del otro sí.

En el libro La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón se da una pequeña conversación entre Fermín, empleado de la librería y Daniel, hijo del dueño y también empleado:

– ¿Usted cree que podría llegar a ser padre?

Debió ser la perplejidad de mi rostro y se apresuró a añadir:
-No quiero decir padre biológico, porque se me verá algo enclenque, pero gracias a Dios la providencia ha querido dotarme de potencia y furia viril de un miura. Me refiero a otro tipo de padre. Un buen padre, ya sabe usted.

– ¿Un buen padre?

-Sí, como el suyo. Un hombre con cabeza, corazón y alma. Un hombre que sea capaz de escuchar, guiar y respetar a una criatura, y de no ahogar en ella sus propios defectos. Alguien a quien un hijo no solo quiera por ser su padre, sino que lo admire por la persona que es. Alguien a quien quiera parecerse…

Un amigo se preocupa (y lo manifiesta) por la alegría, el bienestar, la salud, los progresos y la desdicha. Comparte sus éxitos y sufre sus penurias.

Por esos extraños misterios de la vida, la amistad no tiene barreras de raza, religión o riquezas. El punto de luz común entre los seres humanos va más allá cuando se instala en el centro de sus vidas.

Sigmund Freud no se equivocó, la calidad de la amistad tiene de base el amor que recibiste de niño. Nadie da lo que no tiene.

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