El Salvador y México; los más afectados por esas pandillas

Las sociedades modernas establecieron un conjunto de reglas sobre el comportamiento social de manera que la vida humana pueda transcurrir en armonía, en paz y con respeto. Esas reglas o leyes se condensan en la Constitución de forma tal que cuando se violen, la gente reciba un castigo… ahí aparece la cárcel. Ya se sabe que esa misma Constitución está más coja que un mutilado de la guerra porque al ser elaborada no se consultó a nadie y luego no se dio a conocer ampliamente en la población.

En la época de la barbarie se aplicaba el “ojo por ojo y diente por diente”, la muerte en la horca, los fusilamientos, la guillotina y otras especialidades quizás aprendidas en aquella Universidad del Horror, dirigida por Gog, en una de esas narraciones inolvidables de Irving Wallace (que no fue refuerzo del Escogido ni jugó nunca en los Expos de Montreal).

Cuando la barbarie se transformó en psicopatía, se aplicaron gases letales. Al parecer se olvidaron aquellos holocaustos que hoy se repiten en bombardeos a poblaciones civiles.

Persiste una lucha para eliminar la pena de muerte como castigo a las violaciones graves de esas reglas sociales.

Entra en el dominio de la Psicología explicar las causas de esos comportamientos que perturban a la sociedad, aunque algunos dicen que hay que incluir La Cuchara y La Veterinaria para que dilucide sobre esos instintos ocultos en miradas truculentas disfrazadas de bondad.

La misma Psicología es la que debe decir cuáles serían las medidas, “castigos” y restricciones para que elementos aislados no alteren el buen vivir de la mayoría. Haciendo un sondeo popular me topo con estas joyas, que creo no deberían enviárselas a Bukele: 1. Al que hace bulla hay que trancarlo una semana oyendo su “música” a tó volumen. 2. “Ai que viole una niña, coigailo poi la boisa en ei paique durante do día”. 3. “A lo motorita que andan jodiendo en ei medio levantando la rueda y poniendo en peligro a to ei mundo, quitaile la goma de alante… totai, no la necesitan”. 4. “A lo que manejan los buguis o motores de cuatro rueda, poneilo a coitai caña durante un mé”. 5. “A los ladrones hay que quemaile ei jocico”…

La Psicología y la Sociología tendrán que entender el robo, la violación a las mujeres, el uso de “lengua e mime” en las discusiones, la intolerancia por venganza, por odio, por placer y más. Tendrían que buscar sus orígenes en nuestra sociedad para corregir y eliminar.

Pero qué curioso que cuando la gente tiene trabajo seguro, buen salario y sus necesidades básicas resueltas, no se le ocurre salir a la calle a joder a nadie. En esas sociedades hubo, en sus inicios, educación de calidad y buenos trabajos. Me lo va tú a decir a mí…

Lee Oswald, Mata Hari y Michel Foucault.

Uno de los principales teóricos sobre la cuestión carcelaria es el francés Michel Foucault, un desconocido perfecto.

El tema “cárcel” tomó fuerza cuando el escándalo de Yanalán que al final no tiene que ver con políticas modernas de penitenciarías, sino como cuestión de negocio, como se debate aún en los tribunales.

Por otro lado, surgieron las cárceles de Bukele en El Salvador. Habría que ver cómo fue su militancia dentro del partido de izquierda Frente Farabundo Martí, cómo fue su relación con ellos cuando fue alcalde de la capital, que frustraciones y qué venganza busca. Esos resentimientos les cuestan caro a las sociedades como le está ocurriendo a Argentina solo porque a Milei no lo aceptaron en el Banco Central cuando era un “carajo ‘e la vela”. De ahí se construye toda esa personalidad vengativa, odiosa, antisocial.
En El Salvador se sabía de la existencia de las pandillas de narcotraficantes, las “maras”, que se originaron en Los Angeles, allá en esa California que esclavizó a tantos latinos que “solo clasificaban” para recoger frutos y que no valió que César Chávez (no Hugo) los defendiera y los sindicalizara. De esos hijos de trabajadores mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, surgieron las bandas que, al ser, algunos, atrapados, encarcelados y expulsados, reproducen en sus países el comercio y la violencia que esa actividad encierra.

No es casual, entonces, que sean El Salvador y México los más afectados por esas pandillas.

Es normal, muy normal, que la gente aplauda a Bukele cuando se propuso, y logró, meter más de 40 mil en unas cárceles dotadas de toda la tecnología de seguridad para que nadie se escape.

El problema que se presenta es, ¿qué hacer con estos prisioneros?, ¿merecen todos el mismo trato y la misma pena?, ¿se diferencian los delitos?, ¿se aplican los reglamentos internacionales de derechos humanos para que el preso o “privado de libertad” cumpla su encierro según esas normas?

El espectáculo que ha presentado Bukele es claro: irrespeto a la condición humana de sus detenidos los que son mostrados como lo fueron los judíos por Hitler. ¿Casualidad nazista?

Una mini serie de Prime, que lleva el mismo nombre del título de este artículo, que de documental se transformó en excelente cine, nos presenta a Sofía Niño de Rivera, dando unos talleres en una cárcel mexicana sobre cómo hacer humor hablado, espectáculos cómicos que hoy día se conocen como “stand up”. La serie nos muestra Sofía, que también es comediante, explicando técnicas a una selección de los tres pabellones que hay separados: hombres, mujeres y trans.

Es un magnífico ejemplo de lo que se debe hacer. Pero esa cárcel está en México, con un gobierno que tiene principios más claros.

Carcel Rafey.

Me llamó la atención por el paralelismo con una experiencia igual que tuve en la cárcel Rafey-hombres en Santiago y que expuse en mi artículo anterior.

Los presos no son iguales, la recuperación no es la misma, los castigos no son siempre los mejores.
Entonces, volvamos al principio… ¿qué oportunidades tuvieron ellos en su niñez y juventud que no les permitieran vivir normalmente? Y la cadena se alarga si hacemos la misma pregunta con respecto a sus padres. ¿Cuántos de estos no descargaron en sus hijos sus frustraciones, principalmente económicas?
Hoy día hay que ver la cárcel como un espacio de educación para que el castigado vuelva a la sociedad. Se deben aplicar evaluaciones psicológicas para que infelices no se pudran “cumpliendo” condenas imposibles que fueron dictadas por jueces “infalibles” y “puros”.

El personal que labora en las cárceles tiene que tener una formación profesional para que, encima del castigo del encerramiento, el lodo de comida, el aburrimiento, no se le agregue el castigo del acoso, hostigamiento, maltrato y, pueda, incluso, ser libre de reír.

José Mercader y José Luis Gomera.

Consideración
La misma Psicología es la que debe decir cuáles serían las medidas, ‘castigos’ y restricciones para que elementos aislados no alteren el buen vivir de la mayoría”.

Opinión
Es normal, muy normal que la gente aplauda a Bukele cuando se propuso, y logró, meter más de 40 mil en unas cárceles dotadas de toda la tecnología de seguridad para que nadie se escape”.

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