Uno

La mañana huele a costumbre y un beso de despedida, como alivio o descanso de no verle el rostro hasta que la luna pose su mirada en su hermosa cabellera.

Observa su agenda. Sabe que aparte de los quehaceres del hogar, le espera un día de mucho trabajo porque tiene que repartir los productos de belleza que recibe todas las semanas.

Prende la radio y una antigua melodía, como si fuera un túnel del tiempo, la transporta a un ayer sobre el que solo le cabe una pregunta ¿Qué pasó?

La ropa cae al piso, se mira al espejo y, como diosa del agua, abre el grifo; las gotas de agua se pelean por ser las primeras en tocar sus pechos. Cierra los ojos, y el calor de unas manos dice presente sin pedir permiso…

Dos

Las yemas de sus dedos recorrían toda su espalda, provocaban en Elena unos escalofríos cómo hacía tiempo no sentía y que solo experimentaba desde el día en que le abrió su corazón al amor. Siempre se ha dicho: “Con los ojos cerrados el placer es más intenso y el orgasmo nos lleva al cielo”.

 Pareció ella haber escuchado, pero a decir verdad, la bañera era muy pequeña para que las palabras tuvieran espacio donde solo los gemidos ocupaban todo el diámetro.

Cómo huracán que levanta todo a su paso, la lleva hasta el aposento y cual un maestro que esculpe una Venus, la deposita en el lecho. ¡Hasta la respiración de quien la acompaña la excita! Siente que cada segundo es eterno y cada roce parece hecho por los dioses.

Tocan a la puerta…

Tres

El momento era tan intenso que Lucía no oía quién llamaba o simplemente quería que esa persona tan inoportuna desistiera para seguir en la cima del Olimpo, en el más infinito de los éxtasis jamás experimentados.

Tras la insistencia de la persona que tocaba abrió los ojos, se levantó y se puso una bata, pero al mirar a su alrededor no había nadie y entonces ella se pregunta si ese alguien se habrá marchado.

¿Tan rápido?

Se dirige a la sala, mira por la ventana y ve que es doña Ramona. No fueron sanos sus pensamientos al saber que un momento tan agradable como el que estaba viviendo fue interrumpido quizás para contarle algún chisme del barrio, o para que le prestara dinero hasta que su esposo cobre.

Abre la puerta, la deja pasar y no se equivoca.

Cuatro

Preparar la cena es un peso más a la acumulación de trabajo que tuvo durante el día, con la excepción de ese momento de placer que no sabe si pasará de nuevo.

Sentados en la mesa, no hay palabras, solo risas. No por un chiste, sino por los vídeos que ven en las pantallas de sus celulares.

Ella anhela una conversación en familia y un te amo mi vida.

Luego de recoger la cocina, decide entrar a la bañera. La ducha se vuelve su cómplice y el agua se convierte en su amante.

Entra a la cama con su esposo, aunque sin el más mínimo deseo, es más, le da asco el simple hecho de su roce.

Las traiciones duelen, apartan y traen rencores, aunque nos quedemos por obligación y para mantener las apariencias ante la gente.

Juan la toca…

Cinco

Por primera vez no lo rechaza como en otras ocasiones, porque de alguna forma quería sentirse amada, aunque quien la estaba tocando olía a rutina.

Su imaginación juega con ella y el sudor se funde con una lágrima.

La alarma, más que darle la bienvenida al amanecer, la invita a levantarse y gritar a todo pulmón que está viva, pero solo lo hace para sus adentros porque decirlo en alta voz llama a sospecha.

¿De su esposo? No. De sus principios.

En vez de iniciar sus labores en el negocio, decide visitar a Marisol, que más que su hermana es su confidente.

Le dice que está cansada de la vida que tiene, y los consejos vinieron con un bálsamo de sacrificio.

Al regresar a la casa, se tira en la cama, cierra los ojos y suena el teléfono.

Seis

Era una mañana gris cuando decidieron verse, aunque la mentira sea cómplice de tal encuentro.

El sonido del tren, los murmullos a su alrededor, nada interrumpe su pensamiento porque el único motivo para volverlo a ver es que le diga mirándola a los ojos si es verdad que la ama.

Al desmontarse del vagón, su andar parecía lento; sin embargo, estaba decidida a enfrentar a quien le había robado su corazón, a quien se hizo dueño de sus sueños y a quien por el simple hecho de pensar en él todo su cuerpo se estremecía, como no lo hace aquel que ante un altar le prometió amarla, quererla y cuidarla.

Una mirada se conecta con la suya, semejante a la línea del tren que ha dejado a su espalda.

El cafetín, a pesar de ser pequeño, era cómodo y sonaba una música agradable.

El pedido de un café y un Cubalibre rompe el silencio que los acompañó hasta el lugar de la cita.

Hablar no basta, cuando sus almas anhelan otra cosa. Ella ha venido en busca de respuesta y quizás de ser amada, y él con la intención de ser como el artista que dibujara su cuerpo.

Ella lo mira fijamente y le pregunta

¿Me amas?…

Se levantaron de la mesa como quien deja atrás un sueño apenas contado o intuido. Salieron, acariciados por la brisa, y al subirse al vehículo la complicidad los acompañaba mientras la tarde los miraba con ojos de pecado.

 El recorrido parecía eterno, pero después simplemente se miraron, como quien observa un campo de batalla con la certeza de que solo habrá un ganador.

Por Sandy Victoriano

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