Parte III

La última sección del libro, Anti-Haitianismo: La Guerra Global contra la Negritud, Pp.321-337, Lorgia resume su planteamiento principal, el que existe una guerra global contra la negritud desde la época colonial, y que se expresa en la media isla contra los negros dominicanos y contra los negros haitianos y contra los dominicanos descendientes de haitianos, especialmente contra los migrantes de color, aquí y en el gran imperio del norte. Esta guerra está encabezada por una alianza política entre la clase dominante local y la burguesía internacional, que ha exacerbado sus políticas antinmigrantes en las últimas décadas, persiguiendo y criminalizando a través de sus legislaciones represivas los grupos migrantes, como la Sentencia 168-13 (2013), y las legislaciones “ HB 87, una copia de la infame ley SB 1070 puesta en vigor por el estado de Arizona en 2010 —que fue, en su momento, la legislación antiinmigrantes más amplia y estricta de la nación— y la resolución 413, que prohibía el acceso de estudiantes indocumentados a las principales universidades estatales. La ley HB 87 de Georgia, al igual que su predecesora, requería que los miembros de la policía estatal preguntaran sobre el estatus migratorio de aquellos que fueran detenidos por pequeñas violaciones de tránsito y que entregaran cualquier sospechoso indocumentado a las autoridades federales” (P.330). “Estas políticas y prácticas racistas son una expresión de la creciente guerra contra los cuerpos negros y de color que afecta a mi nación de origen y a la que he adoptado” (P.322).

El análisis histórico de Bordes de la Dominicanidad conecta el pasado y el presente, destacando, lo nacional e internacional al enfatizar las alianzas entre la burguesía local y las políticas imperialistas estadounidense que implantan un orden opresivo racializado que se expresaba en el país, y en la propia nación estadounidense. De ahí, que la autora enlaza las legislaciones racistas y sus efectos sobre los migrantes tanto en la República Dominicana como en los Estados Unidos. Esto explica porque la última sección se inicia con los testimonios de la inmigrante haitiana María Pierre y de la mexicana Elisabeth Garibay. María, indica” este es mi país. El único que he conocido. Aquí aprendí a caminar, a hablar y a escribir mi nombre…, Mis padres vinieron aquí para darme una mejor vida. No he violado ninguna ley. Sin embargo, aquí he sido tratada peor que un animal, como un chivo, una vaca criada para existir sin identidad. No tengo papeles. Y sin embargo aquí estoy, sin pertenecer a ningún país que no sea este. ¿Por qué nos hacen esto? Mi único crimen es que soy hija de inmigrantes negros, pobres que siguieron la ruta del trabajo y la supervivencia. — Elizabeth, por su parte señala, soy indocumentada. Fui traída a este país cuando tenía cinco años de edad… Mis padres tomaron la decisión de mudarse aquí en busca de una mejor vida para sus hijos…Fui inscrita en una escuela primaria estadounidense. Tomo todas mis clases AP. Toco el violín en la sinfónica juvenil. Saco buenas notas en los exámenes y participo en mi comunidad. Sin embargo, mis oportunidades se ven cada vez más limitadas debido a las leyes recientes… Esto me recuerda a la época Jim Crow cuando los clientes eran devueltos aun cuando tenían el dinero en la mano… simplemente porque eran de una raza diferente… ¿Cómo puede alguien que no me conoce juzgarme o rechazarme?”

Las vicisitudes que pasan estas migrantes están enlazadas por un orden opresivo racializado, que todavía preserva la supremacía blanca y que hace posible una existencia marcada por prejuicios, discriminaciones, y racismo generalizado contra los inmigrantes latinos, asiáticos, y otras minorías nacionales. Aunque se debe destacar que algunos sectores de las clases dominantes blanca están opuestos y rechazan estas prácticas, mientras otros como el expresidente Trump y sectores del partido republicano todavía preservan estas ideas racistas.

Como bien ha demostrado Paulino, en su excelente texto Dividing Hispaniola, The Dominican Republic’s Border Campaign Against Haití, 1930-1961. Pittsburgh, PA., University of Pittsburg Press, 2016. (Dividiendo la española, La República Dominicana Campaña Fronteriza Contra Haití. Los Estados Unidos con sus intervenciones en Haití (1915-1934) y en la República Dominicana (1916-1924) fortaleció la imagen de una República Dominicana blanca y de Haití, como una Republica negra, robusteciendo los prejuicios, las exclusiones y la política racista hacia el occidente, la cual culminó en la masacre de 1937 y en la infamante Sentencia del Tribunal Constitucional del 2013 que desnacionalizó a una gran parte de haitianos inmigrantes de segunda y tercera generación y a los dominico-haitianos (Pp.160-168).

La autora coincide con estos planteamientos cuando señala, “desde la independencia de 1844, Estados Unidos ha influenciado la construcción de la dominicanidad en oposición al haitianismo. Este proceso se intensificó durante la intervención militar de 1916- 24 cuando Estados Unidos introdujo el concepto de border patrol [patrulla fronteriza] e implementó el sistema laboral de braceros que llevó mano de obra haitiana barata para cortar caña en los ingenios de propiedad estadounidense. El ejemplo más reciente del rol de Estados Unidos en la fronterización de La Española es la creación en 2008 del CESFRONT, una policía especializada en la seguridad de las fronteras, entrenada por el control fronterizo de Estados Unidos como parte de los esfuerzos del imperio estadounidense para promover «fronteras fuertes y seguras» en el mundo. El reforzamiento de la frontera estadounidense, particularmente en el contexto de la guerra global contra el terrorismo, está dándole forma a las acciones y dicciones, particularmente en el contexto de la guerra global contra el terrorismo, definiendo la soberanía nacional en un mundo pos-11 de septiembre. La expansión internacional de la guerra contra el terrorismo es evidente en las políticas y legislaciones que le dan forma a las fronteras contemporáneas de La Española y la retórica nacionalista que busca definir la pertenencia y la ciudadanía” (Pp.328-329).

Se impone, una reflexión final sobre las fuentes y la bibliografía que apoya este enjundioso trabajo. Las primeras páginas están dedicadas a enumerar las múltiples fuentes documentales que la autora utilizó. Del Archivo General de la Nación, podemos mencionar las colecciones documentales de José Gabriel García, la colección de Bernardo Vega, el Archivo Particular del Generalísimo y las colecciones documentales del gobierno militar de ocupación. Igualmente, importantes son las colecciones documentales de la biblioteca del Congreso, los documentos de William Shepherd Benson, jefe de operación navales durante la primera guerra mundial. Y la colección de los Archivos Nacionales del Departamento de Marina y del Gobierno militar de Santo Domingo (1916-24). La bibliografía de alrededor de 19 páginas recoge múltiples publicaciones y decenas de artículos especializado tanto del extranjero como de la República Dominicana.

Recomiendo su lectura, no se arrepentirá, si desea conocer a profundidad el papel que juega el prejuicio, la exclusión y el racismo institucionalizado en la sociedad dominicana.

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