En pandemia, el neumólogo se encontraba entre largas jornadas y el miedo de contagiar a su familia

Sé que no siempre sucede así, pero creo que, en sentido general, lo que desea un padre para sus hijos es lo mejor. Cuando piensas en la palabra papá te llegan pensamientos relacionados con la protección, la fuerza y la solución ante los problemas más sencillos y difíciles que puedan ocurrir a lo interno de un hogar.

Lo cierto es que el mundo estaba más tranquilo y relajado antes de la pandemia del COVID-19. Luego de su anuncio todo cambió… La escasa información, su expansión entre ciudades y la mortalidad, entre otros aspectos, llegó a retar a la medicina y convirtió a médicos, enfermeras y personal de apoyo en los verdaderos guerreros de ese combate.

Pasado ese asedio, me acerco al neumólogo David Mejía, quien pasó a formar parte de los profesionales más buscados en el país en esas épocas de turbulencia. Le tocó una temporada de gran responsabilidad dividida entre su consultorio privado y los hospitales Docente Doctor Francisco Moscoso Puello, Docente Universitario Traumatológico Doctor Darío Contreras, Central de las Fuerzas Armadas y el Traumatológico Doctor Ney Arias Lora.Ese inicio de la pandemia, para él como médico, fue una época de cuestionarlo todo, proteger a su esposa y a sus hijos, y poner en práctica las novedades que iban saliendo, entre la complejidad y la limitación de recursos.

El doctor David regresó a ese tiempo al corntarnos su experiencia cuando hubo poca disponibilidad de personal y de centros, sin pruebas de detección, alto volumen de pacientes y personas que morían.

Ese inicio de la pandemia, para él como médico, fue una época de cuestionarlo todo y poner en práctica las novedades que iban saliendo, entre la complejidad y la limitación de recursos.

“Leíamos experiencias de neumólogos con alguna medicina de las que habían disponibles, otros con alguna opinión contraria. Posteriormente se fueron aclarando muchas interrogantes, pero uno siempre poniéndole mucho corazón a lo que hacía y preocupándose por los pacientes”, expresó Mejía.


Entre contagios y variaciones de la enfermedad, las jornadas eran agotadoras, pasaba más tiempo en el trabajo que en la casa. “En principio había un presente incierto y sombrío, había un caos”. Era una temporada de gran responsabilidad porque hubo instantes en los que tenían que solicitarse traslados intrahospitalarios, con una larga lista de espera y la realidad de que un “paciente estable” podía empeorar y no tuviera la posibilidad de salvarse, “era frustrante”.

Un riesgo para su familia

El doctor David es esposo y padre de tres hijos. Surge una cuestionante: ¿alguna vez pensaste en cómo tu profesión de neumólogo podría convertirse en un peligro para tu hogar? “Todos los días pensaba que los ponía en riesgo, al principio, siendo honestos. Hubo un momento en que no se había dicho de manera definitiva que no tenía una trasmisión que no fuera la vía aérea definitivamente, uno dejaba los zapatos afuera, se ponía el traje blanco que era el indicado en el protocolo y sudaba mucho con ese traje. Realmente sí”.

Y en medio de los riesgos de su profesión, y más en esa época de COVID-19, un padre de familia se encontraba entre las largas jornadas para llegar a casa y el miedo por sus hijos y esposa de llevarles la enfermedad. “Sí, sentí temor, pero luego todo se fue aclarando. Hicimos un patrón de lo que nos funcionaba y se definió una terapéutica”.

Dentro de las vivencias, tuvo que dar esa noticia que un médico no quiere dar, la del fallecimiento de una persona. “Lo peor era que no se permitían las visitas, escasamente hablar por teléfono. Una semana, quince días de hospitalización y no podían ver a su familiar porque había un protocolo estricto… ¡Eso era desgarrador!… Y cuando perdían al pariente, no vivían el duelo de una manera habitual. Esto nos afectó mucho la parte psíquica”.

Pasados los días, el doctor Mejía fue testigo de celebraciones de pacientes que egresaban, ya se habían recibido las vacunas, tenían más esperanza, estaban más relajados. La higiene siempre fue primordial pero con menos tensión en el accionar.

Más tiempo con sus seres queridos

Y ahora, ¿qué me puede decir de la palabra tiempo? “Después del COVID-19 he limitado muchas actividades que hacía. Me voy a mi casa, pongo la televisión y abrazo a mis hijos; les digo lo mucho que los quiero, los oriento y converso con ellos. Trato de aprovecharlos”.

“Hasta crié peces y me alimentaba de ellos, de tilapias. A uno le cambia la percepción. Tener aquello que te sea útil para situaciones difíciles y uno prepararse para ciertas cosas”.

Y finalmente, le pregunto ¿qué le enseñó la pandemia como médico, padre y esposo? Me dice que le aleccionó en muchos aspectos, entre ellos, hacer el trabajo que le toca con amor y con pasión, valorar los momentos de calidad con su familia y que la inminencia o el peligro de riesgo de muerte (ya que anteriormente no tomaba riesgos físicos en actividades) es un sentimiento que puede sentirse espeluznante; mantener la confianza en Dios, la esperanza, el pensamiento positivo, ser empático, solidario, más humano e incondicional.

Para concluir, David confiesa que hay algo que no puede medir y es el agradecimiento que le expresaron las personas cuando sentían que el doctor les ponía empeño en conservar su salud, “es la mirada, es el abrazo… Eso me hizo crecer mucho como ser humano. De la familia, le doy gracias a Dios que la pudimos conservar. Nos apoyamos mucho, salimos fortalecidos”.

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