No hay gente que se quiera más que aquellos que se reconcilian; por lo menos en ese momento.
Por ejemplo, en los últimos días, no pasan inadvertidas las reseñas y análisis favorables a la causa del ex presidente Fernández firmadas y amplificadas por las élites que hasta hace poco adjuraban de él y su conducta. Los otrora ataques desconsiderados a su persona y las acusaciones de corrupción han desaparecido.

Y en ánimo de reciprocidad, el ex Presidente, en sus discursos, hasta cita favorablemente y por su nombre a algunos de estos ex cuestionadores.

La ética al carajo y el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Y marco un hecho: al expresidente deben mostrarle las fotos, que las hay y muchas, de los famosos juicios a su persona en los parques de la ciudad en el momento o luego de dejar la presidencia, para que vea quienes componían los “tribunales”, quienes asistían y quienes lo amplificaban en sus medios. O sea, quienes daban la cuerda y quienes se reían, que es lo que enoja.

Allí, él puede ver quiénes fueron los que procuraron su descrédito o trataron, y no caer en el desliz de acusar a sus ex compañeros de partido de aquellas acciones que perseguían ‘destruirlo’.

Y esta situación, se presta para dos ejercicios interesantes: que sus partidarios observen ahora quienes son estos renovados amigos y vean con quienes están buscando alianza (y si su odio a sus ex compañeros es tan fuerte como para obviar todas aquellas afrentas); al tiempo que aquellos que hoy lo buscan para “sumar votos” recuerden la opinión que tienen del ex Presidente y, si ya olvidaron o simplemente guardaron sus acusaciones.

Y aunque algunos, por conveniencia, quieran creer lo contrario, el pueblo no olvida.

Hay amigos de ocasión y amigos verdaderos. Pero en ‘política’, con comillas, parece que estas diferencias son irrelevantes. Y uno puede concluir, ¡que aquí solo hay que estar vivo!

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