Hay pruebas “al canto” de la eterna alianza política de Joaquín Balaguer con el dictador Trujillo Molina quien llegó a designarlo en varios cargos en el gabinete de la sangrienta tiranía que acogotó al pueblo dominicano. Llegó a ser, también, un presidente títere de la dictadura.
Partiendo de la historia real que retrata de cuerpo entero al entonces activo militante de la tiranía, se observan sus elogios al tirano, que por fortuna fue ajusticiado el 30 de mayo de 1961.
Balaguer, y este es otro puntual detalle que tampoco se lee en la obra de Miguel Guerrero, disfrutó del poder por más de 50 años. ¿Me quedo corto?
Sumemos a su larga estancia en el régimen de Trujillo Molina los cuatro lustros y dos años que tuvo como gobernante en los tiempos de la democracia.
Precisamente, cito parte de lo que proclamó Balaguer en la lectura del panegírico escrito con una fina prosa, lleno de alabanzas, leído frente al cadáver del tirano: “He aquí, señores, troncado por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante más de treinta años desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades. El hecho horrendo consterna nuestro ánimo y estremece con fogoso estrépito de catástrofe el alma nacional.
Jamás la muerte de un hombre produjo tal sentimiento de consternación de un pueblo ni gravitó con mayor sensación de angustia colectiva.
Es que todos sabemos que con este muerto glorioso perdemos al mejor guardián de la paz pública y al mejor defensor de la seguridad y el reposo de los hogares dominicanos”.
Volvamos a su terrible régimen de los 12 años. Recordemos uno de los hechos criminales más sonados. Fue el asesinato (en 1967) del talentoso abogado y periodista Guido Gil Díaz.
Gil Díaz fue uno de los primeros dirigentes del Movimiento Popular Dominicano (MPD) que pagó caro (con su muerte) la lucha que desplegó en favor del pueblo y de la democracia. Su principal labor la desarrolló como abogado defensor de los obreros cañeros del Central Romana Corporation.
Balaguer apenas había cumplido poco más de un año en el poder -tras ser juramentado como Presidente el 1 de julio de 1966- cuando se produjo la desaparición y asesinato de Gil Díaz.
Fueron cientos los jóvenes revolucionarios y democráticos asesinados, deportados, encarcelados y secuestrados durante el salvaje gobierno.
Henry Segarra Santos, luchador por la democracia, también figura en la larga lista de jóvenes asesinados. La muerte de Segarra Santos, quien apenas tenía 25 años y era un activo dirigente del MPD, fue otro crimen de Estado.